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Las lágrimas de los amigos y el miedo de las madres

La cuarta víctima Madrid mortal que la violencia juvenil se cobra en Madrid en el último año descansa en un nicho del cementerio de Nuestra Señora de la Soledad, en Getafe. Cerca de un centenar de allegados, buena parte de ellos amigos de la víctima, convirtieron ayer por la tarde el camposanto getafense en una impresionante manifestación de dolor, rabia e impotencia.El entierro fue breve, pero terriblemente emotivo. Diez amigos de David portaban a hombros, entre lágrimas, el féretro. Detrás de ellos, la madre del fallecido, Fátima Correira, acongojó a todos los presentes con su dolor y sus llantos desgarradores. "Ay, mi niño, que ya no lo voy a ver más", imploraba. Y después, en llamada insistente y sin respuesta posible: "¡David, David, David!".

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La tensión acabó doblegando a Fátima, que sufrió un desmayo mientras los operarios del cementerio procedían a sellar el nicho. La abuela paterna del muchacho también fue víctima de un ataque de nervios en ese instante de escalofrío. "No hay derecho de que te hayan quitado tu vida tan hermosa", gritaba la mujer. "Tú, que estabas lleno de vida y juventud y salud. Cuánto te vamos a echar de menos. Te quiero con locura, David".

Buena parte de la familia del chaval asesinado provenía de Braganza, en Portugal. El padre de David tiene 10 hermanos, de los que tres viven en España. "Sólo pido justicia, justicia y justicia", respetía este hombre, con un hilo de voz. Luego dio muestras de un aplomo conmovedor consolando a los amigos de su hijo. Algunos acompañaban a David la noche en la que sucedió todo. Otros, compañeros desde la EGB en el colegio Santa María Micaela, de Carabanchel, optaron el martes por disfrutar de la festividad de San Isidro en la verbena del Vicente Calderón, cercana a la de Arganzuela, donde murió David.

"Nos enteramos al día siguiente, en los recreativos en los que quedábamos siempre, contaban. Entre los asistentes al sepelio estaba David Q., que en la reyerta mortal de anteayer sufrió un profundo navajazo en el tórax.

Las madres de los muchachos relataron: "Se han pasado el día tirados en la cama, llorando, sin comer ni hablar. Están destrozados, y nosotras tenemos miedo".

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En un discretísimo segundo plano siguieron la ceremonia el alcalde de Getafe, Pedro Castro, y el concejal de Cultura, Javier Ollero.

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