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Tribuna
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Hijos de la nube

"Entonces, cuando comprendió que ya no había nada que esperar, que todos iban a morir, los unos tras los otros, sobre el lecho ardiente del río, ante las murallas de la ciudad implacable, Ma el Ainín, dió la orden de salida hacia el norte. Esta vez, no hubo plegaria, ni cantos ni danzas. Los unos tras los otros, lentamente como animales enfermos que despliegan sus miembros y se levantan titubeando, los hombres azules abandonaron el lecho de¡ río, recomenzaron su marcha hacia lo desconocido". (Désert, J. M. G. Clézio, Gallimard, París, 1980).Nueve décadas después de la hermosa y fracasada gesta de Ma el Aninin, los hombres azules levantan de nuevo el campamento. ante una ciudad inexpugnable y se ponen a caminar hacia lo desconocido. No habrá referéndum en el Sáhara Occidental; los saharauis no podrán pronunciarse en libertad sobre su identidad y su futuro. La ONU acaba de arrojar la toalla. ¿Cabía esperar otra cosa de esa organización? ¿Creía alguien de veras que iba a celebrarse la consulta? ¿O que, de celebrarse, iba a ser limpia?

Así las cosas, Marruecos es el vencedor por puntos. No ha conseguido que la comunidad internacional acepte su soberanía sobre el Sáhara, pero controla su territorio útil, con los fosfatos, las ciudades y el banco pesquero. El Frente Polisario, por su parte, sigue contando con el apoyo de Argelia, el reconocimiento de la RASD por decenas de países y la simpatía que su causa suscita a través del mundo, pero no ha logrado doblegar militarmente a Marruecos, ni ha podido desestabilizarlo política y económicamente, o conseguir su aislamiento internacional.

Parece, pues, llegado el momento de decir algunas verdades del barquero, aún a riesgo de despertar iras en uno y otro campo. Si se quiere terminar con los sufrimientos de la población saharaui, hay que pensar en lo que Arafat llama la paz de los bravos. El ejemplo lo dan los procesos de paz en curso en Palestina y Bosnia. Cierto es que son injustos, en la medida en se basan en situaciones de fuerza, pero, como han tenido que aceptar con amargura Arafat e Izetbegovic, son mejores para sus pueblos que la continuidad de unas guerras imposibles de ganar.

La paz de los bravos exige negociaciones directas al más alto nivel entre las partes y mediación de países con peso internacional. Negociar implica algo a lo que no parecen dispuestos ni Hassan II ni el Polisario: hacer concesiones de envergadura. En cuanto a la mediación, lo suyo sería que España, quizá en el marco de la Unión Europea, desempeñara un papel importante. Flagelarse por la bochornosa entrega a Marruecos de la administración del Sáhara y el incumplimiento de las promesas efectuadas al pueblo saharauí, sirve para poco.

Es posible que España haya asumido de modo más o menos consciente el que, como susurran tantos políticos, diplomáticos y militares, eternizar la crisis del Sáhara es un objetivo nacional, puesto que así Marruecos no puede dedicar mayores energías a su reivindicación sobre Ceuta y Melilla. ¿Pero es ése el interés de los saharauis? Si lo es, sus amigos deben seguir apoyando la política de patria o muerte, venceremos que acaba de reiterar Mohamed Abdelaziz. Sin embargo, existe una duda razonable al respecto, que, incluso es expresada, siempre en voz baja, en los campamentos de refugiados de Tinduf.

Cualquier solución negociada al conflicto -doctores deberían tener las partes y los mediadores para barajar fórmulas de autonomía, federación o confederación y someter la mejor a la consulta popular- tendría que pasar por la existencia de una entidad saharaui con parlamento, gobierno y capacidad para regular su vida en muchas materias. Ahora bien, aún conservando lo que una vez Hassan II llamó el sello y la bandera, ¿está preparado Marruecos para aceptar en su seno una entidad con un elevado nivel de autogobierno? La respuesta es no. Para que la tercera vía sea posible, Marruecos tiene que dar pasos sustanciales en materia de derechos humanos, democracia, descentralización y justicia social.

A los hijos de la nube todavía les queda camino por recorrer. Y aunque son duros, es de justicia que éste no sea demasiado largo y penoso.

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