Buen vino y buen yantar no tienen precio, pero si cabeza
En The Sportman, que le planta cara a la calle de Alcalá desde la acera de los números impares, por un extremo a la plaza de Cibeles y por el otro a la Puerta de Alcalá, justo en el número 65, ayer almorzamos lo preciso, muy a tono con la exquisitez, y en un santiamén y sin agobios: unas judías verdes con jamón que seguro que adelgazan por su sabrosidad sabia, un entrecó a punto, impecable, y nada más, porque no estaba uno ni para postre ni para vino, corriente, claro. El todo: 1.400 pesetas. Es lo que se llama el "menú / ejecutivo". Y el que quiera el "menú / dirección" que no se espante: 2.000 pesetas. Y el que eche de menos una carta de ley, que se palpe un poco la cartera: todos los entrantes, pescados, carnes y postres: unas 3.000 pesetas o menos. Y más y más si se ojea la carta de vinos; los vinos han subido lo suyo aquí y acullá, no hay que extrañarse; aquí reposa en su bodega un rioja alta de 4.000 pesetas; luego abundan los de 1.600 de media, y eso sí, la cultura del rioja manda. Unas sesenta referencias se ofrecen, y apenas emerge algún ribera del Duero, y un blanco albariño, y los consabidos rosados navarros: en este apartado es posible pensar, por qué no más variedad? The Sportman existe des de hace poco menos de un siglo, o cosa así y eso porque un día un empleado de la embajada inglesa echó de menos un pub británico en Madrid. Y lo ideó él; luego este acogedor espacio de libertad tapizado de rojo ha sido espejo y cobijo de todas las historias de amor y de algún desamor del último medio siglo. ¡Si hablara Ava Gardner! Total, un bar de medio día, con muchachas avispadas que sirven y casi sonríen, y con camareros de cierto oficio, y mesas redondas o no bien servidas, y pulcritud, y un reservado para las ocasiones, y unos servicios que da gusto no haber orinado durante toda la mañana para celebrar aquí la fiesta. Y dos bares, uno mirando a la calle, de nueva estampa, y otro que es el de siempre. Y por la tarde y por la noche, copas y una finura.Y ahora nos viene a la sesera el señor de Quevedo (don Francisco), que ya sentenció en su día: "La autoridad de los reyes no consiste en porfiar, sino en excusar su daño y hacer su beneficio". Esto es: ¡que el Señor salve a los grandes degustadores de comeres y beberes y dormires!. Ellos son el prestigio y la economía del futuro; así se vio el lunes a los oficiantes que llevan de la mano por los nuestros y otros países degustadores, Francisco Vázquez, cuya última exhibición de lo sublime hizo parada y fonda en Marbella, en un paraíso que se llama hotel Puente Romano, donde presentó a todos los chef estrellados este año, dirigidos con la batuta del más glorioso, Juan Mari Arzak. Fue una jornada pagada por el champaña Mumm francés, que no para de vocear: "Lo mío, a 2.800 pesetas la botella". ¡Inaudito, casi anteayer! Y otro colega suyo, Moet Chandon, igualmente en la tienda, a 3.000 pesetas y poco más. ¿Qué mareo despista a un barucho de la estación madrileña de Chamartín, que ataca al sediento con 8.600 por el último referido? Que se recuerde, el buen vino y el buen comer no tienen precio, pero sí cabeza.
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