Londres intenta que Moscú modere su actitud en la "crisis de los espías"

Las autoridades británicas confían en lograr un cambio de actitud in Moscú que desdramatize la crisis de los espías. El titular de Exteriores británico Malcolm Rifkind, así lo manifestó ayer mientras la prensa especulaba sobre la posibilidad de que el Gobierno ruso rebaje considerablemente la cifra de nueve presuntos agentes británicos susceptibles de ser expulsados de su territorio. La tesis defendida en Londres es que existe una marcada división interna en el Gobierno ruso en lo que a este contencioso diplomático se refiere. Por un lado estaría la línea dura, representada por el Servicio Federal de Seguridad, partidario de segui radelante con las expulsiones, y por otro, el Ministerio de Exteriores, ansioso de mantener a todo trance las buenas relaciones con los británicos. Ayer se, supo que el embajador británico en Moscú, Andrew Wood, pidió ayuda a algunos de sus colegas occidentales en la capital rusa. Al parecer, el propio inquilino de la Casa Blanca., Bill Clinton, mantuvo una conversación telefónica con su homólogo Borís Yeltsin.

En Moscú, mientras tanto, el Servicio Federal de Seguridad acusé de espionaje a un ciudadano ruso detenido por vender materiales "políticos y militares secretos" a Londres. Pero, Víktor Ilitujin, jefe del Comité de Seguridad de la Duma, llamó a no dramatizar el episodio relacionado con los espías británicos. También el jefe del Servicio de Espionaje Militar, general Yuri Kobaladze, opina que "no hay que dejarse llevar por las emociones y ensombrecer las relaciones ruso-británicas", informa desde Moscú Rodrigo Fernández.

Además, un ciudadano de Estonia fue declarado ayer persona non grata y expulsado de Rusia por "realizar actividades incompatibles con su estatus diplomático". Mart Helme, embajador ese país báltico en Moscú, señaló que el escándalo es una decisión de los rusos para desviar la atención de la opinión pública sobre el caso de los espías ingleses.