Réplica
El pasado 10 de abril, EL PAÍS publicó mi artículo Flor de un día, que fue criticado el pasado día 16 por el secretario general de Planificación y Presupuestos (EL PAÍS, página 62).Mi crítica era más profunda de lo que dice el secretario general. No sólo expuse que el crecimiento de la deuda pública era un instrumento más exacto para medir el déficit público, sino que afirmaba que en 1995 se habían producido una serie de fenómenos extraordinarios tanto por el lado de los ingresos como por el de los gastos que, depurados, nos colocaban probablemente en una situación de déficit público superior al 8% del PIB.
Lo que me preocupa, como a otros economistas españoles, es la discrepancia entre las cifras de déficit públicos y la de crecimiento de la deuda pública, y no por razones de contabilidad, sino por motivos económicos. Insisto en lo fundamental: ¿cómo se explica que la deuda pública desde 1982 hasta 1995 haya crecido en 40 billones de pesetas mientras la suma de todos los déficit públicos sume 30 billones de pesetas en ese mismo periodo? ¿por qué ha sido necesario endeudarse en otros 10 billones de pesetas? ¿Para financiar
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qué? Esos activos así financiados ¿son reales?, ¿tienen algún valor, o son ya, solamente, apuntes contables? ¿Cuál es la rentabilidad de esos activos? ¿Sería posible tener la relación completa de todos ellos?
Pero no quiero dejar sin respuesta las críticas que hace el señor Montero:
1. Descontando los pagos del FEOGA-Garantía todos los años, en 1995 se recibieron de la Unión Europea 750.000 millones más que en 1994.
2. Asunción de deuda de la Seguridad Social. No hay trampa, dice. La deuda figura en el pasivo de la Seguridad Social y en el activo del Estado y, por tanto, cuando la Seguridad Social pague esa deuda (sic) se cancelarán los dos apuntes.
3. Privatizaciones. Los ingresos por venta de acciones de Telefónica se descuentan para calcular el déficit. Así es; pero si el que ingresa por privatización es un holding, público, como el INH o la SEPI, en el caso de venta de acciones de Repsol, por ejemplo, sí se contabilizan como ingresos presupuestarios. Una magnífica pieza de creative accounting.
4. Opina el señor Montero que es perfectamente posible reducir la deuda pública aunque exista déficit público. Y yo pregunto: ¿qué vamos a vender que valga, en conjunto, cuatro billones de pesetas, que es el volumen de nuestro, déficit público oficial? ¿Tendremos por ventura tesoros públicos desconocidos? ¿Podremos enterarnos alguna vez de cuáles son los activos financieros cuya venta va a hacer disminuir la deuda?
5. Cierre del presupuesto de 1995, que "rompe el tópico trasnochado de las desviaciones presupuestarias". Yo no había querido entrar en ese análisis, que me parece prematuro, pero creo que puede ser educativo ver qué: ha ocurrido en 1995. En los ingresos por IRPF e IVA se presupuestaron aumentos del 11, 1 % y, del 10,8%, respectivamente; en realidad la recaudación ha aumentado en sólo un 6,5% y un 5,8%; la recaudación por el IVA, incluso ha descendido, teniendo en cuenta el aumento del tipo del 15% al 16%, un crecimiento del 6,6%. En cambio, en sociedades se esperaba recaudar un 7,3% más, y ha aumentado el 16,2%. El baile de los gastos ha sido, si cabe, todavía más violento; para los gastos corrientes se presupuestó un crecimiento del 2,3% y ha sido del 15,3%, nada menos; en los intereses, se presupuestó un crecimiento de sólo el 2,1%, el resultado final ha sido del 5,1%.
¿Cómo se ha conseguido que cuadrara, entonces el déficit? Gracias a las transferencias comunitarias que han aumentado en 400.000 millones sobre lo presupuestado (para todas las AA PP), forzando los ingresos por privatizaciones y reduciendo la inversión pública.
Y termino con una referencia a la moneda única: si se sacrifica la inversión en infraestructuras, como se ha hecho en 1995, para cumplir el criterio de convergencia del déficit público y se lograra, por ese camino, integrarnos en la Unión Monetaria en 1999, que Dios nos coja confesados.-
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