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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Modo italiano

ITALIA VOTÓ el domingo por la reforma razonable, en contra de las prestidigitaciones, por una transición moderada desde el antiguo régimen partitocrático, corrupto e ineficaz, a una democracia moderna y reformada, pero alejada de visiones milagreras. En el desglose del resultado electoral aparecen, no obstante, muchas otras cosas y no pocas contradicciones. Y es que, en realidad, los pueblos no votan. Vota' cada uno de los ciudadanos individualmente, y de la suma de voluntades deriva una o varias opciones de gobierno. En el caso italiano, esos matices cargados de sutilezas son mucho más expresivos que en otras partes.La ciudadanía ha dado al Olivo, la coalición de centro izquierda formada básicamente por centristas y ex comunistas convertidos en socialdemócratas, una mayoría par a gobernar en las dos cámaras, suficiente en el Senado, mucho más apretada en la Asamblea. Pero lo ha hecho adjuntando la necesidad de que ese bloque, que dirige el democristiano Romano Prodi, recurra al apoyo de Refundación Comunista, el verdadero sucesor del histórico PC italiano. De la misma forma, el votante ha rechazado, aunque esto de manera mucho más clara, la gobernación del Polo, cuyo jefe es el magnate televisivo Silvio Berlusconi, y que está integrado, sobre todo, por su partido, Forza Italia, y los posfascistas de Gianfranco Fini.

Se ha optado por una reforma tranquila y consensuada, porque esa era la oferta del Olivo, en contraste con las promesas de Berlusconi de reformas de un plumazo, recurriendo al referéndum popular en caso de que no alcanzara mayoría suficiente en las cámaras. La reestructuración del sistema, en la versión del Olivo, comportará una nueva Ley Electoral, que seguirá el modelo uninominal -que ya afecta al 75% de los escaños-, y adoptará un planteamiento, semipresidencialista, que supone reforzar el Ejecutivo, pero sin tocar seriarnente las competencias del legislativo. En contraste, Berlusconi ofrecía presidencialismo y autoridad decisiva en un Estado que, paradójicamente, se presentaba como mucho más ligero y lo menos asistencial posible.

El cambio que puede impulsar el Olivo seguramente tratará también de sentar las bases de un sistema federal que combata el ascenso de la Liga Norte, cuyo líder, Umberto Bossi, se perfila, junto con Fausto Bertinotti, jefe de Refundación Comunista, como uno de los mejor parados en estas elecciones. Al elegir la reforma moderada del centro izquierda de Prodi y D'Alema -jefe de los ex comunistas del Partido Demócratico de la Izquierda (PDS)-, el electorado también ha puesto a Bertinotti de incómoda pieza para completar el rompecabezas del poder y ha dado alas a Umberto Bossi. Los italianos han votado, pues, reformas moderadas, pero han dado también una cuota significativa a opciones de protesta.

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Igualmente, puede decirse que Italia, que ha votado muy regionalmente -una cierta paridad en el Norte entre derecha, izquierda y federalismo, victoria del Olivo en el centro y triunfo del Polo en el Sur-, ha optado también por un apoyo a la construcción europea y a los mecanismos y acuerdos de Maastricht. Nuevamente aquí, Berlusconi se mostraba mucho más desenvuelto al expresar un apoyo mal definido a la integración continental. Pero, siempre en ese juego de mesura combinada con radicalismo, la cobertura que Refundación dé al poder en el Parlamento entrará en abierta contradicción con lo que puede y quiere ser Europa.

Todo ello se resume en una victoria notable del Olivo más Refundación -juntos, pero no revueltos-, lo que augura no pocas dificultades en la futura formación de mayorías gubernamentales estables. Italia ha votado, sin duda, varias cosas a la vez, pero la bisectriz de toda esa gama de opciones pasa por un hecho sin precedentes: católicos centristas laicos, ex comunistas y comunistas van a apoyar, al menos inicialmente, al mismo Gobierno. Eso es el Olivo.

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