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Tribuna
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El fútbol

Esta noche se transmite un partido extraordinario. Pero esto ya no es extraordinario. La sensación del partido sensacional se ha multiplicado por decenas en las pantallas de la Liga, de la Copa, de la UEFA, de los nacionales absolutos y de los subs. Esto, sin contar las competiciones extranjeras que, a veces, sumándose a un encuentro de Primera y otro de Segunda, obligan a dar cinco o seis choques en Canal +. Más allá de un deporte, una afición, una escapatoria, el fútbol se ha convertido en una naturaleza. Forra las cuatro paredes de la actualidad, se encama cinco días a la semana, llena media docena de pantallas disponibles, está presente durante 12 meses al año. Los futbolistas, como dice Bakero, están al límite, los entrenadores viven desquiciados, los presidentes se parten la cara y los aficionados creen ya insoportable una existencia sin goles. El fenómeno de la violencia ultra es venial comparado con la traumatología del alma aficionada.Las mujeres, que observan este mundo con cierta repugnancia, han vivido muy sometidas al deseo patriarcal. Pero ahora, llegada la situación al paroxismo, han encontrado su propia contraprogramación. Frente al abuso de testosterona balompédica, las cadenas han librado un raudal de estrógenos que van desde aquello de Yo, esa mujer, hasta Lo que necesitas es amor, desde Cita con la vida a Eldíaquetumentiendas. Esto, sin contar con comedias femeninas tipo Médico de familia, Hostal Royal Manzanares y Juntas, pero no revueltas, en los horarios de fútbol. La disposición de dos televisores domésticos propicia que a la hora del partido la casa se parta en dos, cada sexo ensimismado en su provisión glandular. La revolución sexual que iba a remover los estereotipos de sus puestos ha llegado televisivamente a este resultado: los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Como cuando no televisaban nada.

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