La reforma mexicana es una simulación, dice el conservador PAN
La reforma democratizadora del Estado diseñada por el Gobierno mexicano es una simple simulación. Con estos duros planteamientos, el Partido de Acción Nacional (PAN), principal grupo de oposición, de tendencia democristiana, se ha autoexcluido de unas negociaciones que desembocaron el lunes en un acuerdo de reforma electoral. El pacto pretende poner fin al control de los comicios ejercido por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante los 67 años que lleva en el poder.El acuerdo es, para Felipe Calderón, presidente del PAN, el ejemplo más palmario de una estrategia gubernamental "que pretende generar cambios en la medida en que no afecten ni un solo milímetro la estructura de poder del PRI". Así, mientras en la mesa se teoriza durante 16 meses, la política electoral real pasa, por ejemplo, por Huejotzingo, una pequeña Comunidad de Puebla donde el inicial triunfo panista en las elecciones municipales acabó en un alcalde del PRI.
El problema de fondo, afirma Calderón, "es una confrontación entre quienes quieren los cambios y la clase política tradicional amenazada por, la democratización. Creo que el presidente Ernesto Zedillo quiere el cambio, pero no pagar el coste de enfrentar a esos poderosísimos grupos. Por eso la reforma ha pasado a un plano escénico, de prensa, de fotos, porque los cambios reales no se están realizando".
El acuerdo de reforma electoral tampoco ha despertado unanimidad entre los firmantes: varios diputados del Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuestionaron ayer a sus dirigentes por suscribir un pacto que "no sienta las bases mínimas para llegar a la democracia".
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