_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cúpula

"Cuando la prensa habla de anarquismo suele hacerlo en las páginas de sucesos", comentaba un veterano de la CNT unos días antes del estreno de Tierra y libertad, del irlandés Ken Loach, filme que daría paso a una ocasional y frívola moda anarquista, inofensivamente retro, que culmina, por el momento, con las Libertarias, de Vicente Aranda. Dos dignos y honrados productos cinematográficos que han conseguido que los anarquistas, y sobre todo las anarquistas, al parecer mucho más fotogénicas, hayan salido del gueto de las páginas más amarillas de la prensa, donde okupas e insumisos, que escriben anarquía con k, aunque poco o nada saben de Bakunin o Kropotkin, protagonizan incruentos (por lo que a ellos respecta) enfrentamientos con los guardianes del orden establecido y de: la propiedad privada, privatizada y abandonada.El look retroanarquista, la espontánea y personalísima estética miliciana, más imaginativa y colorista que la parda uniformidad de los ejércitos regulares; incluso su ética, representada siempre como utópica y romántica, para presentarla como anacrónica e inoperante, podrían dar origen a un nuevo género cinematográfico, una saga de recios wersterns ibéricos y domésticos, interpretados por trágicos y emblemáticos héroes, magníficos perdedores, invencibles vencidos, pieles rojas reacios a quedarse en su reserva y a cambiar sus hachas de guerra por barricas de agua de fuego, generalmente de garrafa, vaqueros en paro que odian el alambre de espino y desprecian las fronteras y las marcas, justicieros solitarios que prefieren la justicia al orden, pero que no confunden la justicia con la ley.

Las milicianas anarquistas, sin maquillar, embutidas en monos y petos de sencillo y práctico diseño (workers wear) o con improvisados e informales conjuntos (casual wear), con su pañuelo displicentemente anudado al cuello y sus cabellos recogidos bajo simpáticos gorros cuarteleros, son el paradigma de una moda asequible, funcional, sorprendente y muy ponible, sobre todo cuando se la ponen bellas actrices y la iluminan expertos fotógrafos. Además, el look retroanarquista resalta el nuevo papel de la mujer, su reciente conquista de puestos de trabajo tradicionalmente reservados a los hombres y de un trato igualitario en las nóminas del desempleo..

Pero las palabras anarquía y anarquismo, que no sus conceptos, salen también a colación en muchas entrevistas, realizadas a muchos y variopintos personajes de la cultura, las artes, las letras, las variedades; incluso de las altas finanzas y de la alta política. Así, un banquero pillado in fraganti con las manos en la caja se define como "anarquista de derechas" y dice que con su pillaje trataba de torpedear al sistema, o un político profesional profesa en el anarquismo verbal cuando la jerarquía de su partido le margina de las listas.

El compañero de la CNT cuya frase encabeza este artículo se queja de vicio y de costumbre. Es cierto que las manifestaciones, reivindicaciones, publicaciones y acciones, culturales o laborales, del sindicato no suelen despertar ningún eco en los medios de comunicación, en los que impera sobre el criterio informativo una democrática regla política, explícita o implícita, que reparte las páginas o los espacios de información, entre las fuerzas políticas representadas en el Parlamento, según sus porcentajes. Desde ese punto de vista, la exclusión de la CNT parece obvia. Si no juegan no existen, o sólo existen en las necrológicas, las efemérides o las páginas amarillas de la crónica negra.

El sábado 13 de abril, víspera republicana, nada menos que "la cúpula de la CNT" (sic) accedió a la primera, aunque modesta y emparedada, página de este' suplemento. Por supuesto, se trataba de un suceso, la cúpula al completo del sindicato había sido detenida por oponerse a un registro judicial, ordenado por una justiciera juez para investigar, no una conspiración revolucionaria, ni un potente arsenal, ni el paradero de un peligroso terrorista, sino "unos documentos relacionados con un delito de injurias". Tremendo y reprobable delito de opinión, malintencionada confusión entra la libertad de expresión y el libertinaje de la misma. Además, que yo sepa, la CNT no tiene cúpula, por mucho que se empeñen la juez, los policías y los que titularon la noticia en estas páginas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_