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El portavoz de los Aldaya cree que ETA decidió liberarlo por cansancio

El sacerdote Inaxio Altuna y Francisco Audela, portavoces de la familia Aldaya, declararon ayer ante el juez Javier Gómez de Liaño, que no tienen conocimiento de que se haya pagado rescate a ETA por la liberación del empresario guipuzcoano, según fuentes de la Audiencia Nacional. Altuna ofreció como explicación que José María Aldaya seguramente fue liberado por cansancio, después de 341 días, mientras que Audela atribuyó la liberación a "motivos políticos complejos". El juez se trasladará hoy al País Vasco para tomar declaración a Aldaya, debido a que los médicos desaconsejaron que éste viajara a Madrid.

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Altuna aseguró que nunca habló con la familia sobre ese el pago del rescate, ya que se limitaba a prestarle ayuda espiritual. Audela, primo de Aldaya, dijo que únicamente ejerció funciones directivas en la empresa Alditrans y que no firmó ningún documento para vender o hipotecar bienes con los que hacer frente al pago.Audela, que negó haber viajado a Francia o haber tenido contacto con HB o ETA, dijo que había sido el primer portavoz de la familia, pero que dejó el puesto para dirigir la empresa. Afirmó que no sabía si la organización terrorista le había exigido a Aldaya impuesto revolucionarlo con anterioridad al secuestro.

Los dos portavoces declararon por separado ante el juez tras llegar a la Audiencia Nacional en una furgoneta de la Ertzaintza. Entraron y salieron por el garaje del edificio para no tener que hacer declaraciones a los periodistas, ya que así se lo requirió el juez, que ha declarado el secreto del sumario.

Tanto Altuna como Audela señalaron que José María Aldaya fue secuestrado en Hondarribia por tres encapuchados, pero que sólo estuvo vigilado durante su cautiverio por un terrorista, también encapuchado, que hablaba en castellano. El primo del empresario explicó que se enteró de su liberación por la Cadena SER.

El juez Gómez de Liaño y el fiscal Ignacio Gordillo se trasladarán hoy al Juzgado de Instrucción número 2 de Irún (Guipúzcoa) para tomar declaración a las 12 de la mañana a José María Aldaya. Éste estaba citado a declarar ayer en la Audiencia Nacional y aunque un primer informe forense indicaba que no había inconveniente para que viajase a Madrid, un segundo dictamen realizado a las 11 de la noche del lunes desaconsejó el viaje. En este segundo informe se señalaba que Aldaya padece un problema en un tímpano que le provoca vértigos y mareos y que la separación de su familia le podría originar ansiedad y estrés.

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Altuna y Audela no se pusieron ayer de acuerdo sobre la indumentaria que llevaba el empresario en el momento de su liberación. El primero dijo que vestía un chándal, mientras para Audela se trataba de un pantalón azul y un jersey gris.

Al margen de la declaración prestada por los portavoces, Aldaya ha admitido estos días a familiares y amigos que en algunos momentos de su interminable cautiverio llegó a reprochar mentalmente a su familia la persistencia de su situación.

Encerrado en un agujero, ignorante del interés político mostrado por ETA en prolongar el secuestro y de los desesperados intentos de su familia por agilizar los contactos con la organización terrorista, el empresario donostiarra llegó a dudar de la voluntad de sus allegados en acabar con su cautiverio.

Los temores de José María Aldaya, un hombre de carácter y acusada personalidad, no difieren de los que han experimentado otros secuestrados en momentos de máxima debilidad o de particular incertidumbre.

La coincidencia de algunas de las huellas dactilares halladas en los vehículos de Aldaya y del funcionario de prisiones José Antonio Ortega, secuestrado hace tres meses en Burgos, ha confirmado a la policía que al menos un mismo etarra intervino en ambas acciones. Esto avala la sospecha de que los secuestros de ETA son obra de un comando de liberados [a sueldo], especializado en esa tarea. Los rehenes son entregados después para su custodia a otros activistas.

Con el fin de buscar huellas dactilares que permitan identificar a los secuestradores, la policía vasca está analizando el libro de aprendizaje de euskera Bakarka (A solas) que los etarras entregaron a Aldaya durante su cautiverio.

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