Paz y reconstrucción en Bosnia
Con la firma de los acuerdos de paz de Dayton el 21 de noviembre de 1995, ratificados en París el 14 de diciembre, se inicia, tras más de cuatro años de intentos fallidos, el difícil proceso de cesación de hostilidades y construcción de la paz en la atormentada región de la antigua Yugoslavia y en particular en Bosnia-Herzegovina. Los cuatro años transcurridos y el inevitable "pragmatismo" que nos domina han hecho que esa paz dejara la mitad de Bosnia en manos de sus destructores. Como dijo su presidente, se trata de una paz injusta. Pero dada la voluntad internacional, era la única posible. Y así lo sigue siendo.El balance humanitario en muertos, heridos, refugiados y desplazados, así como en destrucción de viviendas e infraestructuras de todo tipo, convierte a este conflicto en uno de los más trágicos de las últimas décadas y, por supuesto, en la peor crisis en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Así mismo, las masivas violaciones de los derechos humanos, de las convenciones internacionales sobre el derecho de guerra y del derecho intemacional humanitario, llevaron a la creación de un Tribunal Penal Internacional con el fin de juzgar los crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos.
Al propiciar la firma del plan de paz a través de la fuerte presión ejercida respecto a las fuerzas contendientes y al asumir responsabilidades directas en la supervisión e implementación de dicho plan, la comunidad internacional se ha comprometido con sus resultados. Y en particular la UE, que por razones obvias debe tener un interés prioritario y una responsabilidad directa, que puede ser compartida pero no delegable, en la resolución del conflicto y en el logro de una paz justa y duradera en la región.
Los esfuerzos realizados en estos meses, tanto desde el punto de vista militar como civil, son importantes, pero también, lo son las dificultades encontradas. Los recursos financieros pata, continuar con la ayuda humanitaria, desarrollar programas de rehabilitación y paralelamente iniciar los esfuerzos de reconstrucción, son un parte esencial para el éxito del plan de paz. Y no sólo los recursos, sino los criterios para su aplicación a proyectos y programas prioritarios desde varios puntos de vista, que van desde los niveles políticos a los técnicos.
La prioridad absoluta debe consistir en que los recursos para la reconstrucción estén orientados a facilitar la reconciliación y reintegración de las comunidades divididas por la guerra, sobre. la base del cumplimiento escrupuloso de los acuerdos de paz, que incluyen aspectos como el respeto de los derechos humanos, las garantías para el retorno de los refugiados y la democratización de los territorios, tanto de la Federación como de la República Serbia, y la colaboración con el Tribunal Penal Internacional. En ese sentido, una adecuada utilización de los recursos para la reconstrucción es una pieza clave para el éxito del plan de paz.
Los resultados de la reunión de donantes, celebrada en Bruselas los días 12 y 13 de abril, reflejan un interés importante de los países y organismos internacionales, y las contribuciones anunciadas (1.200 millones de dólares) permiten continuar con suficientes recursos las tareas de reconstrucción. También se analizaron en esta reunión los progresos y dificultades, así como la significativa ausencia de los representantes serbobosnios que, todavía bajo la dirección del criminal de guerra Karadzic, en clara violación del plan de paz, decidieron no participar al negarse a formar parte de la delegación bosnia.
Desde el inicio de la aplicación de los acuerdos se han producido avances importantes, pero también se han puesto en evidencia dificultades enormemente complejas de superar, en algunos casos con el riesgo de convertirse en obstáculos insalvables para el logro de una paz aceptable. Entre los avances puede destacarse el despliegue, sin mayores incidentes, de las fuerzas de IFOR y la desmilitarización a lo largo de las líneas de confrontación,. así como la retirada y entrega de territorios, de acuerdo a la partición acordada, entre las dos entidades bosnias. Con dificultades, se ha procedido al intercambio de prisioneros y se mantiene el diálogo, con algunas interrupciones.
Sin embargo, la situación en Mostar (donde se pretende impedir el retorno de los musulmanes y serbios por parte de los dirigentes croatas radicales de esa zona) y el éxodo de la población de los barrios controlados por los serbios en Sarajevo (incentivada o forzada de forma clara por el liderazgo serbobosnio) ponen en evidencia el peso abrumador que mantienen los sectores radicales que, con su ideología y métodos de acción, llevaron a los horrores de esta guerra y dificultan, de manera evidente y dramática, la puesta en práctica de las principales provisiones del plan de paz: el derecho al retorno de los refugiados y desplazados; el respeto a los derechos humanos de los ciudadanos, sea cual sea su religión o supuesta etnia; la democratiza ción en sentido amplio, condición sine qua non para la celebración en los plazos previstos (antes del 14 de septiembre de 1996) de elecciones libres en las dos entidades. Y por último, ni serbios ni croatas parecen tener la intención de colaborar con el Tribunal Penal Internacional, entregando a los criminales (¿presuntos?) para que se haga justicia. De alguna manera, los informes sobre derechos humanos y respeto a la libertad de opinión y prensa que llegan de la región muestran un agravamiento general de la situación, y los ataques a la prensa independiente, particularmente pero no sólo en Belgrado, son el mejor ejemplo de las tendencias de control que los poderes de hecho ejercen y tratan de consolidar. No son buenas señales para la democratización necesaria.
La firma de los acuerdos de paz se produjo más por la evolución y el cansancio de la guerra, pero sobre todo por la presión internacional, que por una voluntad clara de algunos dirigentes de aceptar un cambio fundamental en sus objetivos políticos, militares y territoriales. Sin presión internacional sostenida y ejercida hacia los verdaderos protagonistas, sin esfuerzos más decididos por apoyar opciones democráticas no radicales, sin acción del Tribunal Penal Internacional, pocas esperanzas podemos detectar. de avances hacia una paz firme y duradera en Bosnia y en la ex Yugoslavia.
Parece claro que los esfuerzos financieros y humanos, políticos y técnicos que se desarrollen en el área de la reconstrucción por parte de la comunidad internacional en general y por la UE en particular, deben ir dirigidos a consolidar los acuerdos de paz, haciendo avanzar las provisiones que contienen y no pueden, no deben, servir para la simple consolidación de una tregua, permitiendo un descanso a los criminales para que inicien de nuevo sus actividades sangrientas tras un descanso financiado por los donantes.
En esa dirección, es claro también que las características de la situación no permiten esperar tampoco a que se den las condiciones ideales para iniciar el esfuerzo de reconstrucción, entre otras razones porque de ese es
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fuerzo depende en parte que pueda haber progresos. Será necesario por tanto articular una política inteligente (pero sobre todo honesta) de prioridades de financiación, bien articuladas entre lo técnico y lo político, tendentes a hacer avanzar aspectos esenciales del plan de paz.
La reconciliación, la reconstrucción de la convivencia, el retorno de los refugiados, el apoyo a la sociedad civil, a los medios de comunicación independientes.... son los objetivos que deben orientar las opciones de financiamiento prioritario, tanto o más que los criterios estrictamente técnicos. Una visión de prioridades exclusivamente técnica puede llevar a errores graves en relación con los objetivos marcados. Si bien no se escuchan voces que pongan en cuestión el principio de la condicionalidad política (es decir, el cumplimiento de los acuerdos de paz) a la hora de beneficiarse del financiamiento de proyectos, resulta evidente que las interpretaciones (le este principio son tan variadas como actores tiene el proceso. Y que, en sentido estricto, quizá casi nadie cumpla las condiciones requeridas para merecer el apoyo financiero internacional.
Las violaciones a la letra y al espíritu del plan de paz son tan abundantes como graves, y tienden a ser contagiosas. Además de insistir en la necesidad de la condicionalidad, la comunidad internacional y la UE deberían impulsar el establecimiento de criterios claros para su aplicación. Criterios que deben basarse tanto en la gravedad de las acciones u omisiones como en su reiteración por parte de alguna contraparte. Corresponde al alto representante, Carl Bildt, presentar en su Steering Board y en el PIC (Peace Implementation Council), alguna propuesta en este sentido, y sobre todo corresponde a los Estados miembros y al Consejo ejercer las presiones necesarias para mejorar sustancialmente el cumplimiento de los acuerdos. Mientras no se avance en el juicio a los criminales, que requiere de la colaboración de Croacia y de Serbia; no se mantengan presiones claras para que funcione la Federación; no haya garantías para el retorno de refugiados; no se respeten los derechos humanos; mientras no se apoye con acciones contundentes la democratización de los territorios de Bosnia, no habrá manera de avanzar en la reconstrucción, sin abandonar todo intento de condicionar el financiamiento al cumplimiento de los acuerdos.
La obsesión seudodemocrática de que basta con celebrar elecciones para que se pueda celebrar el triunfo de la democracia, nos puede llevar, en el caso de Bosnia, a legitimar a los criminales y, a consolidar su ideología si, obsesionados por cumplir las provisiones del plan de paz (elecciones antes del 14 de septiembre), nos empeñamos en que éstas se celebren sin hacer un esfuerzo previo de democratización. No parece que los partidos democráticos europeos estén haciendo demasiados esfuerzos por apoyar las opciones no étnico-religiosas, no radicales, democráticas, que con tanto esfuerzo han preservado y desarrollan los demócratas bosnios. Ni que se esté apoyando con la energía necesaria a los me dios de comunicación independientes, ni a la sociedad civil que, a pesar de cuatro años de horror y fanatismo, sigue articulándose en la defensa de la ciudadanía frente a la etnia. En estas condiciones, las elecciones, más que un paso en la democratización, pueden ayudar a legitimar a los criminales, que las ganarán sin problemas entre los serbios de la República Serbska y entre los croatas de la Herzegovina. Es siempre exagerado pedir, en nombre de las víctimas, que nuestros dirigentes actúen incluso en función de lo que proponen. Hacer que se cumpla este plan de paz, impuesto por EE UU, empieza a convertirse en un ejercicio de vanguardismo revolucionario. Y uno acaba por sentirse como un iluminado cuando sólo pide que se cumpla lo que firmaron. Cuando sólo pide que, no ya por dignidad y decencia, sino por pragmatismo político y por justificar los recursos invertidos, actuemos con un mínimo de consecuencia.
La realidad es más terca que nuestras inconsistencias. Evitar que esta paz injusta se convierta en una tregua financiada exige ahora de un pequeño esfuerzo adicional: el que requiere que se cumpla lo firmado. Y para ello, tenemos el palo de la OTAN y la zanahoria de los dólares: sólo faltan los principios y la decisión de usarlos.
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