Canasta válida
Lo de siempre. Tapón ilegal en los últimos segundos, barullo generalizado, jugadores griegos invadiendo la cancha, árbitros haciéndose los suecos, final de partido, victoria griega. El tiro de Montero, a falta de cuatro segundos, es una canasta como una catedral, pues el balón había tocado el tablero y se encontraba en trayectoria descendente cuando Vrankovic lo mandó lejos del aro. Los griegos siguen beneficiándose de la pasividad de la FIBA. No es un cabreo, es una constante que se repite año tras año. Barça, mal. Lo ocurrido no debe ocultar que el Barça realizó un mal partido. Muy malo. Atenazado, inseguro, incapaz de zafarse de las trampas que le puso Maljkovic. Los 11 puntos adquiridos por los griegos en la primera parte fueron psicológicamente demoledores y sólo pudo liberarse cuando la desesperación de la derrota provocó la encorajinada reacción de los últimos minutos. Liberados del miedo a perder, dieron la vuelta al partido.
Maljkovic el torturador. El entrenador del Panathinaikos, de nuevo gran triunfador de la Liga Europea, es todo un sádico. Sus métodos, cuando no tiene un equipo yugoslavo, no sólo resultan una tortura para el contrario, sino para los amantes del baloncesto. Como hizo con el Limoges, su éxito ha llegado a través de un estilo tan minuciosamente estudiado como ruin. Su táctica se basó en la congelación del juego exasperante y el buen día de Alvertis, martillo implacable de una defensa azulgrana preocupada por Wilkins. Como ocurre con Obradovic, ambos han demostrado sobradamente que son entrenadores ideales para ganar un gran título. Pero sus métodos resultan negativos para el espectáculo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.