¿Qué comemos?
José, virtuoso del arte cisoña que imparte su maestría en el Comercial de la calle Goya, recomendó:-Este carré que le estoy preparando no lo coma hasta mañana, como pronto, y si de congelar se trata, espere tres 0 cuatro días. El cordero lo han matado recién.
Casi lo daba uno por sentado. Días de fiesta, más en período vacacional de Semana Santa, suponen para el hombre civilizado descanso y jolgorio, la alegría del bien vivir y el buen yantar, mientras para el cordero, mejor si lechal, significan sacrificio, guiso, horno y parrillada. Mesa y mantel, al centro la cazuela de barro con el cordero dorado al horno de leña -y la hogaza de pan blanco, el vino tinto sabroso y espeso- son en sí mismos la expresión máxima de un día de fiesta. Pero no iban por ahí las razones, y Jose aclaró:
-No, no. El consumo brutal de cordero que- se ha producido estos días es por la crisis de las vacas locas. La gente ha cogido miedo al vacuno y se ha tirado al cordero. Es un error, pues aquí traemos siempre las carnes de Asturias.
En lugares visibles del establecimiento habían colocado un oficio del veterinario de Noreña, que garantizaba la autenticidad del origen y el perfecto estado sanitario de las canales servidas al Comercial.
Ese es un ejemplo a seguir y los expendedores de comestibles debieron empezar por ahí. No hay motivo para que los clientes hayan de comprar a ciegas., Los mostradores exponen las chuletas, los solomillos, la babilla, el morcillo, la contra, y no dicen jamás si esa carne llegó de la cercana sierra madrileña o de la más remota Yugoslavia. Igual ocurre en la pescadería dónde caballas, parrochas, boquerones, gallos, merluzas, pescadillas gordas o de ración, calamares, langostinos, lo mismo proceden de nuestras aguas litorales que de la mar africana o la Malvinas; con mayor probabilidad lo segundo que lo primero.
Si preguntas, el pescadero dirá que sus productos provienen del Cantábrico, el carnicero que de Gálicia los suyos, y la veracidad de la información queda sujeta a los límites propios de la palabra de honor. No parece mucho. Algo similar ocurre en los restaurantes donde la merluza sieinpre es del pincho, el chipirón del anzuelo, el salmonete de la roca, la langosta de la nasa, y los precios, de la Luna. De los escarmentados salen los avisados y a uno le gustaría saber cuánto fletán se ha llegado a comer disfrazado de lenguado a la meuniere, de colas de cigala rebozadas y de surtidos frutos de la mar océana.
Salvo vagancia congénita o ganas de dar gato por liebre, no se acaba de entender qué impide a carniceros y pescaderos colocar letreros indicadores del origen de los productos en venta. El mayorista sabe qué compra, el minorista también, y sólo es cuestión de escribir una palabra más (pueden ser dos) en el cartelito correspondiente, de este tenor: "Boquerón de Italia", "Boquerón del País Vasco"; "Langostino del Delta del Ebro" "Langostino de Senegal"; "Merluza del Cantábrico del pincho", "Merluza del Cantábrico sin el pincho", "Merluza del Más Allá"; "Solomillo de Rumanía", "Solomillo del Principado de Asturias"; "Chuletón de buey de Ávila", "Chuletón de buey de la Gran Bretaña"; cordero lechal de Segovia", "Cordero lechal de los Países del Este".
Naturalmente, los precios no serán los mismos, y ahí le duele. No se puede exigir igual por una chuleta de cerdo (con perdón) criado a bellota en las dehesas de la Extremadura que traído de donde Cristo pegó las tres voces y alimentado vete a saber cómo.
De todos modos la ciudadana se venía barruntando que en cuestiones de comer hay demasiada manipulación y abuso. De ahí que si surje la alarma de las vacas locas inglesas u otra semejante, se abstenga de comprar el género, ya le pueden decir misa sobre su procedencia, pues no se cree nada. Y hace bien. Un servidor, por ejemplo, desconfía cuando la carta del restaurante dice lo del pincho o lo del anzuelo. En cuanto lo ve allí, provocador y a un precio propio de las más exóticas ambrosías, prefiere pedir un par de huevos fritos. Ocurre, sin embargo, que en los restaurantes siempre dicen que sus huevos son de corral. Pero ¿de qué corral? ¿De OK Corral?
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