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NUEVA LEGISLATURA

El laberinto del fundador

El auge del nacionalismo, el diálogo con, CiU y una rebelión de alcaldes ponen en aprietos al PP gallego

Xosé Hermida

La noche del 3 de marzo, Manuel Fraga ni siquiera aparentó un leve gesto triunfalista. El tono de su discurso poselectoral dejaba traslucir la inquietud del presidente de la Xunta por una situación que le ha colocado en el lugar más incómodo posible. El patrón tendrá que hilar muy fino para conciliar los intereses del partido que él fundó y los de su propia comunidad autónoma, en un momento además en que el nacionalismo gallego ha irrumpido por primera vez en las Cortes y trata de buscarse un hueco en la política de Estado. Para complicar la cuestión., han comenzado a surgir divisiones en el PP gallego, una balsa de aceite desde que Fraga asumió su mando, hace seis años.Dos instantes destinados a perdurar en la memoria política de Galicia se juntaron el pasado miércoles. En Madrid, el Rey recibía al diputado del Bloque Nacionalista Galego (BNG) Francisco Rodríguez, quien abandonó el palacio de la Zarzuela entre elogios al Monarca por su "conocimiento de la realidad gallega". Esa imagen encerraba una enorme carga simbólica: hace sólo tres meses que Fraga aún se empeñaba en vincular al BNG con actividades seudoterroristas, y no muchos años atrás, el propio Rodríguez fue juzgado y absuelto de la acusación de quemar una bandera española.

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Pero no menos llamativo resultó escuchar a Fraga, casi -a la, misma hora, en el monasterio de Sobrado dos Monxes (La Coruña), proclamar que la Constitución no es una entidad "pétrea" y que hay que reformarla para avanzar hacia un Estado de corte federalizante. Quien lo decía era el mismo hombre que 18 años atrás se oponía a la redacción del título VIII de la Carta Magna, que regula el sistema autonómico.

, En Sobrado, Fraga mostró su inquietud por las posibles consecuencias de un pacto entre el PP y CiU que beneficiase "sólo a algunas -comunidades". El obligado diálogo entre populares y convergentes ha echado por tierra los planes de la Xunta. Desde hace meses, el discurso de Fraga se basaba machaconamente en proclamar las expectativas que se abrían para Galicia con un Gobierno de José María Aznar. Iba a llegar un chorro de inversiones nunca visto, Galicia tendría un gran peso en la Administración central y el patrón podría cumplir tranquilamente su promesa de retirarse tras ocho años en el poder. Desde sectores populares se insinuaba ya que era el momento de adelantar las elecciones autonómicas, que corresponde celebrar a finales de 1997.

Unas semanas después, Fraga parece atrapado en un laberinto, y dentro del propio partido se duda de que pueda cumplir su promesa de jubilarse, aunque el presidente sigue mostrándose muy hermético sobre la cuestión. De un lado, en Madrid habrá un Gobierno formado por sus herederos, del que incluso podría formar parte el actual consejero de Sanidad de la Xunta, José Manuel Romay, citado insistentemente como candidato al mismo ministerio. Pero ese Gobierno se apoyará en los votos de CiU, que defiende un sistema de financiación autonómica que, según Fraga, perjudica a las comunidades que menos recaudan, como Galicia. Retirar el recurso de inconstitucionalidad presentado hace tres años contra el traspaso del 15% del IRPF pondría a la Xunta a los pies de la oposición gallega, que estos días multiplica sus declaraciones de beligerancia.

El PSOE ya se apresura a vaticinar que Galicia será "la gran] perjudicada" del pacto PP-CiU y advierte que lo combatirá al margen de las directrices de la ejecutiva federal socialista. El BNG combina un mensaje similar con una actitud moderadísima en Madrid, donde, lejos de: recluirse en una alianza con otros partidos minoritarios, trata de abrir una vía de diálogo con el PNV y CiU. A pesar de sus enormes divergencias, el populismo galleguista practicado por Fraga le hace más vulnerable ante el discurso de un nacionalismo despojado de su vieja retórica radical. De hecho, los dirigentes del BNG subrayan con insistencia que el 3-M lograron arrebatar un escaño al PP en Pontevedra.

A todo esto se han unido los conflictos internos del PP, los más virulentos desde la llegada de Fraga a Galicia. Varios alcaldes populares de Lugo amena zan con abandonar el partido en protesta contra el mapa de centros escolares de la Xunta, que obliga a trasladar a cientos de niños de sus localidades de origen a otros pueblos cercanos. Los ediles cuentan con el apoyo ex plícito del díscolo Francisco Cacharro, amo y señor del PP en la provincia. Al mísmo tiempo, en Orense se ha agudizado, con di misiones incluidas, una batalla que enfrenta a otros tres destaca dos barones: el presidente del Parlamento autónomo, Victorino Núñez; el titular de la Diputación, José Luis Baltar, y el con sejero de Agricultura de la Xurita, Tomás Pérez Vidal.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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