Con los papeles cambiados
El paso de un mes ha trastocado el perfil de la final de Copa entre el Atlético y el Barcelona
La vida ha dado muchas vueltas desde que hace poco más de un mes la final de la Copa del Rey conoció el nombre de sus contendientes. Aparecía el Atlético por entonces como el favorito indiscutible, y su única preocupación consistía en saber si su dueño se podría sentar en el palco de La Romareda. Y soportaba el Barcelona en aquellos últimos días de febrero un desconocido rol de víctima, con las esferas del club más pendientes del futuro de la entidad, de buscarle un sustituto idóneo al técnico, que de su presente. Era lo que transmitían uno y otro nada más concluir las semifinales. Lo que sugerían su fútbol y sus resultados.Hoy, tan sólo un mes después de aquello, los papeles se han cambiado. Y así, cuando el próximo miércoles salte al césped de La Romareda, el Barcelona, donde se han apagado las voces contrarias a Cruyff, tendrá de su lado todos los pronósticos. El Atlético, en cambio, llegará sin peso en las apuestas. Y a ninguno de sus seguidores le inquietará lo más mínimo saber si Gil ve o no el partido cerca del Rey. La escena ha variado de tal forma que la mayor esperanza rojiblanca se apoya en un posible exceso de confianza del grupo culé.
El espejo en el que se mira la Copa está en la Liga. Y en ese torneo el Atlético se ha venido abajo. Ha perdido juego, carácter y fortaleza física. Nadie acierta a dar una explicación convincente de la caída, que apareció justo después de la mejor exhibición rojiblanca de la temporada. Sucedió en Mestalla, precisamente en las semifinales de Copa, el día en que el Atlético se mostró más rebosante que nunca de esas cualidades de las que ahora parece despojado. En un momento dado, Cruyff jugó a inyectar presión sobre su adversario, a torturarlo un día tras otro con desafiantes declaraciones, y el Atlético, de pronto, se quedó clavado.
A partir del frenazo del Atlético, el Barcelona se fue fabricando su crecimiento. No ha recuperado la brillantez de los mejores tiempos de la era Cruyff, pero ha ido ganando en confianza, en solidez y, finalmente, en resultados. La tendencia reciente del conjunto azu1grana, por tanto, le coloca en mejor posición que el rojiblanco de cara a la final. Desde el punto de vista físico también luce mejor aspecto: mientras Antic ha exprimido su once titular durante todo el curso, Cruyff ha sabido jugar con su plantilla para sortear la sobrecarga de la temporada.
Ni Atlético ni Barça tienen que lamentar, por ahora, bajas dolorosas. Los azulgrana tienen entre algodones a Oscar, con problemas musculares en su pierna izquierda. Aunque su concurso es complicado -estaría descartado de no tratarse de una final-, el cuerpo técnico no renunciará a contar con él hasta instantes antes de comenzar el choque. No en vano, óscar se ha convertido en un futbolista vital en la recuperación del Barcelona. Sus goles, junto a los de Amor [curiosamente dos de los jugadores más criticados por Cruyff a mediados de temporada], han levantado al equipo.
El Atlético tampoco echará de menos a nadie. Antic podrá lucir su once de gala, con Penev de nuevo en la delantera (su descanso ante el Oviedo demostró que su presencia es imprescindible) y Simeone (que esquivó finalmente la sombra de la sanción) en la media.
Finalmente, la Copa del Rey adquiere una dimensión psicológica que asocia inevitablemente su desenlace con el de la Liga. A esa teoría se agarran incluso los jugadores. Quien gane el miércoles, dicen, ganará la Liga. Se magnífica por tanto el efecto anímico que el resultado final causará en ganadores y perdedores.
Una riada de 30.000 seguidores
Zaragoza vivirá una riada humana de unas 30.000 personas. El Atlético ha movilizado a unos 15.000 seguidores y el Barca, a 14.000. La Romareda, con una capacidad de 43.000 personas, se ha quedado pequeña para atender la demanda de ambas aficiones. Pero, en cambio, Zaragoza tiene la ventaja de ser un lugar equidistante entre Madrid y Barcelona.El Barca destinó un tercio de sus entradas a los abonados, otro a las peñas y el último a su agencia oficial. Algo parecido hizo el Atlético: 8.500 localidades las vendió en las ventanillas y el otro paquete en Viajes Halcón. El precio incluía la entrada y el desplazamiento. Los socios de uno y otro bando no están precisamente contentos por ello, ya que limita su disponibilidad.
El grueso de la afición azulgrana, unas 10.000 personas, llegará a Zaragoza, a bordo de 207 autocares, el miércoles por la mañana. Los cálculos estiman que otro millar lo hará en tren, para completar el resto con coches particulares. Pero la mente azulgrana no está sólo puesta en Zaragoza. La mirada también estará en París. Un grupo de 100 seguidores -entre ellos el presidente azulgrana, Josep Lluis Núñez, y varios directivos- tiene una agenda deportiva repleta para los próximos tres días. El lunes viajarán a París, presenciarán el martes el primer partido de la final four de baloncesto, volarán el miércoles a Zaragoza y el jueves, si el Barça llega a la final de baloncesto, regresarán a la capital francesa.
La afición rojiblanca aspira a que Zaragoza acabe con malos recuerdos. Los viajes masivos de los últimos 22 años nunca han tenido un final feliz. El Atlético sucumbió en Bruselas, en 1974, en la final de la Copa de Europa, ante el Bayern Munich; en 1985, 30.000 personas presenciaron en Lyon cómo su equipo perdía la final de la Recopa ante el Dinamo de Kiev; en Zaragoza, precisamente, se les escapó la final de la Copa del Rey ante la Real en la tanda de penaltis. Había 20.000 seguidores. Madrid les fue más propicio: allí derrotaron al Real Madrid y al Mallorca, en sendas finales de la Copa. El deseo es que el primer viaje masivo con Gil en la presidencia -en 1987 había sido elegido, pero aún no ejercía- rompa con el gafe.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.