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Una procesión sin clamor

El paso del Divino Cautivo no logró que el distrito de Salamanca saliera a la calle

"No sabía nada de procesiones por este barrio". El indigente Sergio Martínez, de 30 años, estaba pidiendo limosna cuando, ayer por la tarde, la plaza de la parroquia del Pilar (en el distrito de Salamanca) se llenó con los nazarenos de la Real Hermandad y Cofradía del Divino Cautivo. "Por lo menos, ahora hay un poquito de gente. Por la mañana no me dieron nada, y ayer, tampoco", dijo Sergio, que hace un año se quedó sin casa, sin trabajo y sin dinero. Para el indigente, lo único bueno de las procesiones es que atraen a gente, aunque ayer no fue mucha la que salió a admirar el paso del Divino Cautivo. "No cambian nada en el mundo", sentenció el mendigo. Sin embargo, una vecina del barrio, que no quería dar su nombre, señaló que se trata de un acto para pedir paz en el mundo. "Pero ya no sale tanta gente a la calle. Antes había más público y más devoción. Todos los balcones se decoraban con flores y banderas", recordaba la señora, que vive desde hace 45 años en esta zona de Madrid. A pesar del poco público en el paso por el distrito de Salamanca, a la Real Hermandad y Cofradía del Divino Cautivo no le escasean los seguidores. La más pequeña entre los nazarenos se llama Tamara García, de tres años. La congregación, que tiene su sede en el colegio Calasancio, en la calle del General Díaz Porlier, es relativamente joven. "El colegio fue cárcel durante la guerra civil, y unos años después, en 1942, fueron los excautivos quienes fundaron la hermandad", cuenta José Mariano Cabrera, decano y capataz de la cofradía. Cabrera, de 48 años, lleva 41 en la hermandad y nunca ha faltado a ninguna de las procesiones.En el paso de ayer, además de una banda de cornetas y tambores, participaron unos cien hermanos y hermanas, la mayoría vestidos con hábitos blancos y capirotes rojos. "Entre ellos se encuentran pintores, albañiles y abogados, de todo", asegura Cabrera. Con mucho mimo, los miembros decoraron a su imagen, el Divino Cautivo, con 250 docenas de claveles rojos. El paso, que data del año 1944, es una obra del escultor Mariano Benlliure. Entre los admiradores de la imagen se encuentra también María Amparo Uribelarrea, que desde hace cuatro años acompaña al Cautivo en las procesiones. "Empecé por una promesa, cuando mi madre se puso enferma. Ponerme este hábito fue un sacrificio para mí y lo hice por ella". A José Miguel Alonso González, de 20 años, no le haría gracia vestirse de penitente. El joven, con peinado rockero al estilo Elvis y gafas de sol, se puso en primera fila para ver la procesión. "En realidad, yo y mi hermano sólo hemos venido a hacer tiempo para después ir de copas", dice el vecino. A cambio, José Miguel y su hermano Óscar, de 19 años, dicen que tienen previsto ir a misa el sábado.

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