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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Candidato Trillo

LA PRIMERA votación del nuevo Congreso de los Diputados, que se constituye hoy, será para elegir a su presidente. El candidato del Partido Popular (PP), Federico Trillo, contará con el apoyo de su grupo y el de los nacionalistas, suficiente para superar la votación. Pero cerca de la mitad del hemiciclo -toda la oposición de izquierda- le niega su confianza. Otros presidentes anteriores tampoco contaron de entrada con el respaldo masivo de la Cámara, pero supieron ganárselo en el desempeño de su función. Con el tiempo, su labor fue reconocida y a veces añorada.Ojalá que Trillo sea despedido un día.. con tantos elogios como los que hoy acompañan la retirada de Félix Pons o el recuerdo de Peces Barba. Para ello tendrá que demostrar a partir de ahora que carecen de fundamento los recelos de quienes le niegan de entrada idoneidad para un cargo de esa naturaleza, a cuyo titular cabe exigir, ante todo, un talante de equidad y un exquisito respeto del reglamento.

¿Es tan poco idóneo como sostienen, en particular, los socialistas? Federico Trillo fue durante años un diputado solvente y nada estridente, lo que contrastaba con la actitud de otros diputados de su grupo -Ramallo hizo escuela- especializados en alardes demagógicos. En los últimos años, sin embargo, Trillo ha ido cambiando de registro hasta convertirse en uno de los diputados más agresivos de la Cámara. Pero no, o no sólo, por lo afilado de sus críticas o la dureza de sus opiniones, sino por el tono personal, deliberadamente ofensivo, de muchas de sus intervenciones.

Sin necesidad de recurrir a las hemerotecas, ahí están sus insinuaciones, en el reciente congreso del PP, sobre si no convendría investigar el dinero con el que Felipe González se ha construido su nueva casa; o su también reciente comentario de que el nuevo Código Penal sólo serviría para que "no vayan a la cárcel los amigos de Felipe González". No son comentarios destinados a reforzar la argumentación política, sino más bien a halagar ciertos bajos instintos de la caverna. Y muestran una zafiedad tabernaria muy chocante en un político y jurista como Trillo.

Su compañero Rodrigo Rato ha sido también un opositor implacable, pero no se le recuerdan expresiones de esa especie. Tampoco son imaginables en Mariano Rajoy o Jaime Mayor Oreja, por citar a otros dos altos, dirigentes populares. Aunque sí en otros como Álvarez Cascos, por ejemplo. Es posible que Trillo, un profesional de la política, acabe siendo un buen presidente del Congreso, pero no sería lógico convalidar sin más su muy generosa contribución a la crispación que ha presidido la última legislatura.

La política democrática parlamentaria necesita de la polémica y admite incluso cierta dosis de agresividad. Pero es consustancial a ella el reconocimiento por parte de los políticos de la honestidad básica de los rivales: su consideración corno competidores, no como enemigos. Si desaparece ese fundamento, el sistema degenerará, fomentando la aparición de líderes demagógicos cuyas actitudes tenderán a ser imitadas en otros ámbitos de la sociedad.

Los socialistas tienen motivos para no apoyar al candidato propuesto por el PP. Pero si el principal es ese deslizamiento de Trillo hacia la demagogia y la descalificación ad hóminem, mal argumento es invocar contra él asuntos tan personales como su afiliación al Opus Dei. Es algo que pertenece al ámbito privado, y nada tiene que ver con que su actuación tenga o no caracteres sectarios. No es la primera vez que Alfonso Guerra utiliza ese aspecto de la vida privada de Trillo para atacarle, pero las críticas que merezca su candidatura a los diputados de la izquierda parlamentaria no deberían considerarse pertenencia a una asociación religiosa, sino su trayectoria política y, sobre todo, su capacidad para ejercer la representación de toda la Cámara, incluso de los más de 160 diputados que van a votar en contra.

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