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El cartero (y Angutia)

El debate sobre los resultados electorales del 3-M fue guillotinado por Anguita en el Consejo Político de IU del pasado sábado con dos inconvenientes pretextos: que la hora de cierre de la reunión era inamovible y que la Asamblea Federal es el único órgano competente para discutir sobre la línea política de la coalición. Ese ardid burocrático le permitió ahogar las críticas de la corriente Nueva Izquierda, en trance de constituirse en partido; si Anguita había aludido previamente en unas declaraciones periodísticas a las ventajas clarificadoras de la eventual absorción de Nueva Izquierda por el PSOE, Francisco Frutos (el mediocre, sectario y malicioso dirigente comunista que parece resuelto a conducir a los suyos de fracaso en derrota hasta la catástrofe final) enseñó también la puerta a los discrepantes.Anguita había ya hecho pública una carta abierta al secretario general del PSOE a fin de rechazar una propuesta que nadie le había formulado: su aquiescencia a una eventual alianza de IU con el PSOE y CiU para sumar 178 diputados e investir a Felipe González como jefe del Ejecutivo. Desaparecida la coartada que le permitió en 1993 endosar a su hospitalización cardiaca los decepcionantes resultados de IU en las urnas, Anguita responsabiliza ahora de la frustración de 1996 a la "criminalización" de que habría sido objeto la coalición, acusada por Felipe González (con sobrado fundamento) de formar una pinza con los populares para hostigar a los socialistas desde los dos flancos de manera simultanea. El coordinador de IU denuncia la cruzada" librada "con tonos apocalípticos y fraseología huera" por el PSOE contra el PP, así como "la trilogía Crimen-Castigo-Reparación" ideada por los socialistas para culpabilizar a la coalición: si el crimen de Anguita habría sido su alianza impía con Aznar y su castigo los magros resultados del 3-M, la reparación consistiría en la rendición incondicional de IU ante el PSOE. Tras despreciar como un esquema "abstracto, emocional y maniqueo" el reparto de papeles entre la derecha (PP) y la izquierda (PSOE), la carta reitera las obsesiones y las monomanías de Anguita, expresadas con el tono de los amenazantes sermones penitenciales y las vibrantes alocuciones castrenses.

La extraordinaria imagen que se ha formado Anguita de si mismo transpira por todos los poros de sus poses fotográficas y de su fraseología egocéntrica. Ese subidón de la propia estima, que le permite presentarse como la reencarnación de Pablo Iglesias, no termina de corresponderse, sin embargo, con los testimonios de quienes le han tratado políticamente cuando era alcalde de Córdoba o como coordinador de IU. En su sincera y en ocasiones conmovedora autobiografía política (La izquierda imperfecta, 1996), Francisco Bustelo, el veterano dirigente socialista que abandonó en 1989 el PSOE para ingresar en IU, traza un retrato poco halagüeño del actual secretario general del PCE; aunque Anguita le "dió el pego" inicialmente, pronto advirtió que "practicaba el felipismo" y que sólo pretendía "hacerse con el poder indiscutido dentro de la coalición

La señorita de Trevélez, estrenada en 1916, recrea el mundo provinciano de unos señoritos ociosos de pueblo dedicados a gastar bromas pesadas a sus vecinos; la farsa cómica gira en tomo a las expectativas matrimoniales suscitadas a una solterona por un falso enamorado, conchavado con los crueles miembros del Guasa Club de Villanea. Se diría que algunos periodistas y políticos de la derecha han asumido el papel de los Tito Guiloya, Pepe Manchón y Numeriano Galán de la comedia de Carlos Arniches, regalando los oídos del pomposo Anguita con inverosímiles elogios a fin de hacerle creer que es un eminente teórico y un carismático dirigente de la verdadera izquierda; además de reírse a sus espaldas, estos guasones pretenden seguramente que su trabajo de alimentar en vena la insaciable vanidad de Anguita tenga como contrapartida que IU siga considerando al PSOE como su enemigo principal.

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