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Un mercado ocupado por 'yonquis' desata la ira vecinal en San Blas

Vicente G. Olaya

No se trata de las llamadas patrullas vecinales, pero se parecen mucho. Un centenar de vecinos se enfrentó en la noche del sábado al domingo a unos 50 toxicómanos encerrados en un mercado abandonado de la calle de Montamarta (San Blas). El vecindario les conminaba a abandonar el edificio, que sirve de refugio a los drogadictos desde hace unos dos años. El fuego surgió en tres puntos diferentes del local. Según los residentes, "fueron los yonquis los que prendieron fuego". Las llamas volvieron el domingo por la noche por dos veces al viejo edificio.Los toxicómanos aportan una versión confusa: "No sabemos qué pasó, un montón de gente se echó encima de nosotros y todo empezó a arder". No se registraron heridos, pero la tensión permanece. Ayer, el vecindario impidió por la fuerza que los yonquis volviesen a entrar.

Todo comenzó el sábado a las 21.30, cuando un centenar de vecinos se enfrentó a los drogodependientes que intentaban entrar en los locales. En el interior ya había unos 50. Los toxicómanos, que compran los estupefacientes en la cercana avenida de Guadalajara, consumen la droga en el mercado.Mauricio, uno de los vecinos que participó en los hechos, lo explica: "No estamos dispuestos a soportar más esta situación. Algunos se resistieron y prendieron fuego a los colchones sucios que utilizan para tumbarse". Entre las 21.30 y la 1.30 del sábado al domingo, tres fuegos surgieron en el edificio. Los bomberos impidieron que el mercado ardiese por los cuatro costados.

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Los vecinos impiden por la fuerza que los toxicómanos ocupen el mercado

Los vecinos de esta parte de San Blas piensan que las administraciones municipal y autónoma les hacen poco caso. "Hemos recurrido a todas las instancias, sin resultado. Sólo la policía nos echa una mano, pero puede hacer muy poco. Les toma los datos, los obliga a salir del mercado, y cuando los agentes se van, los drogadictos se vuelven a meter corriendo. Los yonquis se ríen de todos nosotros", relataba ayer un residente de la zona.

"¡Y esto se va a acabar! Sólo si tomamos medidas nos harán caso", decían en la tarde de ayer los más exaltados. "El concejal del distrito [lsaac Ramos] dice que está harto de nuestras continuas protestas. ¿Pero qué quiere que hagamos? Nunca viene a vernos. Tendremos que darle a esto una solución por nuestra propia cuenta", aseguraban.Tapiar entradas

Isaac Ramos no tuvo ayer reparos en culpar a la Comunidad de Madrid de la situación de abandono que sufre el mercado. "Tanto consejero y tanta vaina, y no toman medidas", afirmó. "Si mañana [por hoy] no emprenden acciones definitivas, me encargaré del tema personalmente. Tapiaré las entradas por acción sustitutoria a su cargo. Estoy con mis vecinos, pero no comparto los métodos. Están hartos de soportar esta situación. Les roban, les intentan amedrentar".

El mercado de la calle de Montamarta hace tiempo que no abre sus puertas, a pesar de que en 1994 fue reformado por completo por el Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA). La Comunidad intentaba con las obras mejorar sus instalaciones e igualar su aspecto exterior con el de los bloques de casas que lo rodean. Todo el conjunto urbano, conocido con el nombre de San Blas II, fue rehabilitado.

En el mercado se invirtieron unos 70 millones de pesetas, según los vecinos. Se pintaron y alicataron los puestos de venta, se cambiaron las puertas y ventanas, se instaló aire acondicionado y se compraron nuevas cámaras frigoríficas. Sin embargo, nunca fue inaugurado.Nada más acabar las obras, todo el edificio empezó a degradarse. Los yonquis desvalijaron el local. "Empezaron por las ventanas. Se las llevaban en camionetas, la grifería, los cristales, las puertas, los azulejos... En poco tiempo, todo se convirtió en una montaña de escombros", recordaba ayer Mauricio. Otro vecino continúa: "Una vez uno de los drogadictos se cortó un brazo al intentar llevarse los cristales. Vino una ambulancia, le curó en el interior del mismo mercado y, cuando se marcharon los médicos, terminó de arrancar los cristales".

Los residentes graban en vídeo todo lo que sucede dentro y fuera del mercado. "Vamos a entregar las cintas a las televisiones y a los jueces para ver si nos hacen caso", comentan con mucha convicción. Los toxicómanos, al percatarse de que ayer se les grababa y fotografiaba, preguntaron: "¿Quiénes son ustedes para tirarnos fotos?". El vecindario les respondió con agresividad: "¿Y vosotros para meteros en el mercado?". No hubo réplica.

Ayer, el interior del edificio era un estercolero. Bolsas de plástico, colchones, hogueras, cascotes, excrementos y jeringuillas poblaban los suelos. Algunos toxicómanos permanecían tumbados y sin moverse sobre las sucias baldosas. El aire olía a orines.

Jesús, uno de los vecinos que encabeza la revuelta contra los toxicómanos, comentaba a las puertas del mercado: "No podemos más. Llevamos así dos años. Los niños no pueden jugar en los jardines cercanos porque los yonquis les quitan el dinero. Las mujeres ven cómo les desaparece la ropa de los tendederos. Las casas parecen cárceles de la cantidad de rejas que tienen. Por la noche no se puede caminar por el barrio. La gente tiene miedo a acercarse al metro. Nos roban en cuanto tienen ocasión para comprar la puta droga. Tendrán que marcharse de aquí por las buenas o por las malas. Hemos llegado al límite de nuestro aguante".

Los toxicómanos no respondían ayer nada a los vecinos. Los de dentro miraban por las ventanas sin cristales esperando que les echasen, y los de fuera, los que querían entrar en el mercado, pasaban de largo frente a los amenazantes grupos vecinales. Intentaban aparentar que estaban dando una vuelta, como si hiciese buen día y no lloviera.

El Hotel Drog

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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