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Gris y verde

Hay que tener más urbanidad en el campo, recomendaba don Joaquín a sus alumnos cuando salía con. ellos de excursión. La palabra ecología aún no formaba parte del vocabulario habitual, y el maestro propugnaba, sin demasiado éxito, que la cortesía, el buen trato y el comedimiento que dictaba la urbanidad debían trascender fuera de los recintos urbanos. Los alumnos criados en edificios del centro de la ciudad y recriados en la calle iniciaban sus relaciones con la naturaleza con la misma falta de respeto y la misma fiereza que presidían sus relaciones con su medio ambiente habitual: se tronchaban ramas, se pateaban plantas y arbustos o se perseguían ranas y pájaros a cantazos.La ecología, como el feminismo y el pacifismo, son, en cuanto a su presencia actual en la sociedad, ramas del vilipendiado y remoto legado de los años sesenta; aunque el hippismo a la española siempre fue algo asilvestrado, menos bucólico y más folclórico que el original, adoptado aquí por progres urbanos que trataban de combinar malamente las drogas psicotrópicas y la militancia antifranquista, el amor libre con la represión sexual y el pacifismo con la guerrilla urbana, La Internacional con Pink Floyd.

Hoy, el ecologismo más popular se condensa en una versión light, a medio camino entre los boy scouts y Walt Disney, pegatinas de fauna en vías de extinción en los bimbollos y en los refrescos, top models con faldellines de hierbas haciendo ecología para el ¡Hola! en la selva brasileña y campañas pidiendo la abolición de las prendas de piel, pregonadas por actrices, modelos y aristócratas arrepentidas.

Otra faceta ecologista muy celebrada es la, aventura, la que incita, con excelentes razones, a proteger bebés foca y cetáceos huérfanos, indígenas amazónicos y archipiélagos de coral amenazados por las bombas francesas. Las arriesgadas gestas de Greeripeace no son precisamente light, pero, a no ser que pillen muy cerca de casa, no parecen inquietar demasiado a Gobiernos depredadores, contaminadores industriales y demás tiburones. Incluso tienen un punto exótico explotable para distraer la atención sobre problemas más cercanos y con peor imagen. La escenografía y la imaginería ecologistas son utilizadas, en una vuelta más de tuerca, por grandes empresas de energía para maquillar sus desmanes con hipócritas mensajes publicitarios.

Para muchos ciudadanos, la ecología empieza donde acaba la ciudad y se abre el campo; es una actividad dominguera y saludable que produce grandes satisfacciones, como descubrir ignotos paraísos perdidos y hallados por los ecologistas de los periódicos, que indican con pelos y señales en sus verdes artículos cómo llegar y, hollar estos parajes que paradójicamente se pretende preservar, poniendo sobre su pista a los infatigables lectores que se acaban de comprar el todoterreno para llegar hasta los más remotos rincones a practicar ecología sobre ruedas.

Cuando el ecologista sale al campo, como es su obligación, debe huir de las chimeneas de los polígonos industriales, de los cementerios de chatarra, de los, vertederos y de las incineradoras para buscar la naturaleza en estado puro. Ponerse a husmear en los detritos y en los humus, escalar escombreras y recoger peces muertos en arroyos son actividades muy desagradables y nada saludables. El ecologista. modelo es el que adquiere su equipo completo en unos grandes almacenes y siempre lleva su guía verde en la guantera, el que huye de las aglomeraciones turísticas para acampar en reservas naturales, apasionado devora dor de vídeos y fascículos sobre la vida salvaje, la fauna extinguible y la flora en recesión. El sitio de los ecologistas está en el campo, y no en las agencias de medio ambiente ni en las consejerías comunitarias, por ejemplo. El trabajo sedentario de los comités y las comisiones, los informes y las denuncias , sólo sirven para reblandecer los cuerpos sanos y gloriosos de los ecologistas de acción. Por eso, el Gobierno de Ruiz-Gallardón hace lo que puede por poner a los ecologistas en la calle, para que tomen el aire y se dediquen a sus cosas, mientras esforzados y obedientes burócratas toman su relevo para ocuparse del trabajo sucio de los vertederos y las alcantarillas.

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