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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Simplificaciones

SE COMPRENDE que los políticos prefieran negociar sin la presión de los informadores agolpados a la puerta. Y, sin embargo, resulta algo exagerado el carácter semiclandestino que se está confiriendo a encuentros como el celebrado el pasado domingo entre Aznar y Pujol. En todo caso, una vez establecido el clima adecuado de diálogo, según constató ayer el líder del PP, parece llegada la hora de hacer honor al compromiso de transparencia que él mismo anunció cuando los resultados del 3-M hicieron patente su necesidad de pactar con los nacionalistas. Precisamente porque hay un problema de desconfianza entre los electorados respectivos, y porque la falta de información tiende a llenarse con especulaciones, conviene que los elementos del eventual acuerdo sean conocidos cuanto antes. Favorecerá el debate sereno en la sociedad y evitará que se enturbie más el ambiente político español.Una de las virtudes del resultado electoral es que obliga a matizar las opiniones sumarias. Será, sin duda, bueno que la opinión pública sea partícipe de esas matizaciones. Para que las cosas se entiendan correctamente, no hay nada como explicarlas con claridad.

Una de las simplificaciones ahora en boga es la que sugiere que los socialistas están interesados en evitar la investidura de Aznar, porque confían que, de repetirse las elecciones, González las ganaría. La repetición de elecciones es una posibilidad que tal vez convenga no descartar del todo; pero sería una desgracia. Retrasaría la toma de decisiones urgentes, prolongaría la sensación de provisionalidad que tanto temen los mercados y cuestionaría la eficacia del sistema político para resolver una situación que tenderá a repetirse. Y la hipótesis de que unas nuevas elecciones favorecerían a los socialistas es bastante discutible. Incluso hay motivos para pensar lo contrario, especialmente sí el PSOE apareciera como responsable de la repetición de los comicios. Pero más grave que la hipótesis misma es que el PP la crea verosímil y que, convertida ya en juicio sumarísimo, haya sido' asumida por los sectores más aventureros de los medios de comunicación.

Por ello, y a fin de evitar un nuevo enrarecimiento A la atmósfera política, difícil de aclarar a posteriori, convendría que González y su partido dieran garantías a Aznar de que no pretenden boicotear nada; de que harán una. política de oposición todo lo dura, o blanda, que consideren conveniente, pero que no entorpecerán sus intentos de pacto con los nacionalistas. En una palabra, que no tendrán un comportamiento tan sectario como el de Aznar y el PP a partir del verano de 1993. La aclaración es especialmente necesaria tras la borrachera de euforia del mitin socialista de Linares, donde un imprudente González anunció el domingo que allí mismo iniciaba la "próxima campaña electoral", pronosticando que un futuro Gobierno de Azlnar sería"incapaz de tomar decisiones". Pronunciamiento imprudente, porque quien. habla es el presidente del Gobierno, aunque sea en funciones, y no sólo el secretario general. Y porque parece prematuro descalificar algo que todavía no existe. A no ser que tan fogosa intervención sea producto de un estudiado cálculo político y que tales ataques sólo sean el resultado de la entrevista González-Pujol de la semana pasada.

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En cualquier caso, evitar en el PP la impresión de acoso en su intento de conformar una mayoría sería la mejor manera de conjurar esos riesgos para la cohesión territorial, que, según han advertido este fin de semana algunos dirigentes socialistas, derivarían de una negociación en la que Aznar pudiera verse forzado a realizar concesiones desproporcionadas a los nacionalistas. Se ha dicho estos días que los resultados del 3-M ofrecen oportunidades inéditas para afianzar definitivamente el Estado de las autonomías. Puede ofrecerlas si a la plena aceptación por parte de la derecha política de la lógica autonómica, incluyendo la aceptación de la. pluralidad nacional de España, se corresponde desde los nacionalismos catalán y vasco con el simultáneo reconocimiento del pluralismo de sus propias sociedades, una vez más confirmado por los resultados electorales.

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