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El alivio de ser independiente

60 disminuidos mentales de Móstoles aprenden tareas domésticas

En la puerta del taller denominado Unidad de Vida, Raúl Delgado, un disminuido psíquico de 20 años de edad, deja de fregar el suelo para invitar a pasar al visitante. Enseguida le pide que tome asiento en una mesa a la que todavía no ha podido quitar el mantel y le ofrece un café. Sin perder de vista el programa de la lavadora, no sea que se le pase el momento de echar el suavizante, pregunta por las preferencias futbolísticas y lamenta la escena protagonizada por Jesús Gil delante de las cámaras de televisión. Pasar la fregona, calentar un café o programar la lavadora, "son tareas habituales a las que no damos importancia, sin embargo el hecho de que las desempeñen los discapacitados psíquicos supone un adelanto para su independencia y un respiro para sus padres", comenta la responsable del programa, Montserrat Martín.

En el centro de formación ocupacional que la Asociación de Familiares y Amigos de Disminuidos Mentales (AFANDEM) posee en el polígono industrial Prado Regordoño de Móstoles (199.400 habitantes) hay otros talleres de orientación laboral, pero el de Unidad de Vida es el que más atrae a los 60 chavales con minusvalías psíquicas que lo visitan cada semana.

Antes de que la Obra Social de Cajamadrid cediera la nave de casi 1.000 metros cuadrados de superficie, este programa se impartía "de forma simbólica en un espacio minúsculo", según María Teresa Martín, directora del centro, pero desde que estrenaron las nuevas instalaciones en octubre pasado los progresos de los disminuidos han sido notorios. "Se les enseña higiene, salud, alimentación, movilidad y estética en un aula donde se reproducen todas las estancias de una vivienda", apostilla la directora. Dentro de estas disciplinas aprenden a recoger las camas, ponerse los rulos, planchar, afeitarse, preparar una comida fría, curar una herida y hasta hacerse bien el nudo de la corbata. "Les estamos preparando para ser independientes en casa y despegarles de la sobreprotección de los padres que no les dejan hacer nada", aclara María Teresa Martín. Precisamente, muchos de los progenitores de los discapacitados ya comienzan a preocuparse por lo que será de estos chicos cuando ellos falten, inquietud que ven aliviada al descubrir lo responsables que pueden ser desempeñado trabajos domésticos.

El programa de Unidad de Vida se complementa con otro de habilidades sociales donde una psicóloga les orienta en el autobús, durante las compras en el mercadillo y en el banco. "Se trata de hacerles sentir que son una parte más de la sociedad, sin distinciones", dice Montserrat Martín. "Y de que puedan entrar en una cafetería sin que nadie les señale por demostrar un comportamiento diferente", añade María Teresa Martín.

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