El Madrid se rompe
Mal partido del equipo de Arsenio ante un Albacete perdido sin la referencia de Floro
Contradicciones en Chamartín: el Madrid gana, pero sale damnificado. Jugó mal, enfadó a su gente y perdió a tres jugadores por el camino. Redondo y Buyo no estarán en Turín, y Zamorano es duda. Contra la Juve se anuncia un equipo pegado con tiritas. Casi todas fueron malas noticias. El Madrid volvió a empantanarse frente a un equipo destinado al descenso. En lugar de tomarse el partido como una terapia de recuperación, el Madrid ganó con el mínimo equipaje futbolístico. No tuvo juego, ni empuje. Vivió de unos pocos detalles, suficientes en cualquier caso para desarmar a un rival extremadamente vulgar.Una tristeza infinita presidió el desarrollo del partido, con dos equipos lánguidos, uno porque vive una crisis de identidad -el Madrid- y otro porque no puede jugar al fútbol. El Albacete ha perdido la referencia de Floro, el entrenador que puso al equipo en el mapa, y ahora le siente huérfano. Antes dependía del sistema y de la comunión con el técnico. Con eso, los remates de Zalazar y la habilidad de Bjelica, el Albacete sobrevivía a duras penas en Primera División. La salida de Floro coloca a Sáez en una situación de indefensión. El nuevo entrenador tendrá que luchar contra las carencias de la plantilla, contra la mala clasificación del equipo y contra la memoria del mito que se creó en Albacete. Son demasiados desafíos, o eso parece. El Albacete pasó por Chamartín como un espectro, un equipo que se sabe en Primera por un préstamo, preso de la melancolía y sin recursos.
El Madrid también anda tristón. Son tiempos difíciles. La destitución de Valdano no ha provocado la escalada del equipo, que ha fiado toda su suerte a la Copa de Europa. El Madrid tiene el aspecto de un equipo indefinido, sujeto a las habilidades de tal o cual jugador. La impresión terminal de esta época se confirma además por el anuncio de fichajes caros, un error estratégico de primera magnitud, porque ni Mijatovic ni Suker van a resolver los problemas del Madrid esta temporada. Esta tarea corresponde a gente como Zamorano, que se siente ninguneado. Y con razón. Para un jugador que vive de la excitación, el estado actual de Zamorano es un inconveniente muy serio. Quizá por eso parece ensimismado y decaído, ni rastro del jugador hiperactivo que fue determinante la pasada temporada.
A los viejos lastres del equipo, el Madrid añadió varios factores externos para su deficiente actuación. Había demasiadas bajas, un par de futbolistas novatos y algún futbolista fuera de su posición. La lesión de Redondo, añadió más elementos para el desbarajuste y para la preocupación. Michel se retrasó hasta la posición de medio centro y a su alrededor. pululó Rincón, que provoca un estado galopante de esquizofrenia. Su entrada fue recibida con una ovación, pero un minuto después la gente le daba con todo, y en la siguiente volvían los aplausos, luego la bronca y al revés: Chamartín convertido en un frenopático y Rincón cazando moscas.
Sometido a la influencia de demasiados factores extrafutbolísticos, el partido fue una birria. Todo el juego se resumió en pequeños detalles y en el gol que marcó Luis Enrique. Un tanto victorioso siempre es algo reseñable, más aún si lo marca Luis Enrique, un jugador que ha estado peleado con la portería durante toda la temporada. La jugada tuvo el punto de interés que le dio Michel en el pase a Luis Enrique. La resolución se vio beneficiada por un error de los centrales del Albacete. La puntera de Luis Enrique hizo el resto, aunque no le permitió librarse del público, que olvidó muy pronto el valor del gol y la tomó con él. El memorial de agravios continuó con Zamorano.
El Madrid se hizo dependiente de los detalles. Como no hubo una línea firme en el juego, el fútbol se sometió a las pequeñas cosas que ofrecieron Raúl, Michel y Laudrup. Alguna pared, un par de taconazos y nada más. En este capítulo de detalles no faltó Rincón, que realizó la jugada de la noche con un regate seco y un remate impresionante con la zurda que se estrelló en el palo. Ovación. Luego un abucheo. Y así hasta el fina.
Frente al juego descriteriado del Madrid, el Albacete no tuvo contestación en la primera parte. Se tapó de mala manera en su área, casi desesperanzado. El único jugador con cierto rango fue Zalazar, un veterano de aspecto fondón que todavía tiene habilidad para pasar y dureza para rematar. Fuera de Zalazar no hubo nadie. Bjelica, que tiene destreza como extremo, estuvo en el banco hasta el segundo tiempo. El único remate del Albacete se produjo en el segundo tiempo, un tiro envenenado de Jesús que obligó a la estirada de Buyo. La atajada le resultó tan esforzada que le lesionó.
El público, que había asistido al partido con tanta desgana como su equipo, comenzó a preocuparse en los últimos minutos. El enfado fue general, todos preocupados por la posible sorpresa. Pero el Albacete no estaba para hazañas. Tuvo cara de perdedor todo el partido y Raúl lo recordó con el segundo gol en el último minuto. La hinchada lo celebró un poco y se retiró a casa con gesto preocupado. El equipo juega mal y encima pierde demasiada gente por el camino.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.