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Gobernación y estabilidad

Lo primero significa ejercicio del Gobierno; lo segundo, la firmeza y duración en el tiempo. Así las cosas, la atención de los españoles desde la noche electoral parece prendida en la cuestión de la estabilidad y la gobernabilidad, sin parar mientes en que lo importante es la gobernación. Por eso los analistas públicos y privados se han lanzado al complicado ejercicio aritmético de sumar, probando las excelencias de nuestra EGB, sin prestar mucha atención a lo que el Gobierno que saliera de esas sumas puede y debe hacer. Así, por ejemplo, no ha faltado el dislate político, aunque aritméticamente correcto, de utilizar la hipótesis de una mayoría PP + IU a la hora de la investidura. Y lo importante, sin embargo, es lo otro. Las últimas elecciones enseñan, en efecto, muchas cosas. Una de ellas, que los españoles no se dejan manipular y, felizmente, nuestra democracia no es de grupos ni de medios ni de mercados financieros, ni siquiera, sólo, de partidos, sino de ciudadanos. Otra, que ha pasado la época de las mayorías absolutas y de las consiguientes hegemonías, de manera que la imposición del más fuerte ha de ceder el paso al diálogo entre todos, al pacto y al consenso en el que ha de tener peso la voz del más razonable. La tercera, en fin, que nadie tiene derechos predeterminados a ganar y gobernar y que nadie, tampoco, puede excusar su responsabilidad a la hora de contribuir a ello. El propio partido más votado y su candidato, que, lógicamente, debiera alcanzar el, Gobierno, ha de refractar la lógica de los números, incluso cuantitativamente insuficiente, a través de la lógica política. Que en democracia parlamentaria es una lógica dialogal. Todo ello tiene consecuencias en los procedimientos constitucionales y en la propia organización y función de los partidos políticos, que habrá que analizar de ahora en adelante.

Pero empecemos por el principio. Ahora se trata de formar Gobierno y lo primero que hay que evitar es el simplismo de la mecánica. Es preciso abrir un diálogo de fuerzas políticas, propiciar el advertir, aconsejar y mediar del Poder Moderador, que para eso está en la Constitución, proceder a las consultas regias, debatir en fin. Y todo eso, sin prisas excesivas, sabiendo que en las democracias parlamentarias de nuestro entorno, cuando no hay mayorías absolutas, y no suele haberlas, el proceso de formación de Gobierno dura semanas y aun meses sin que pase nada; antes al contrario, porque ya decía el clásico que "el tiempo descubre cuanto estaba oculto".

Y tiene que descubrir, entre otras cosas, lo que el futuro Gobierno ha de hacer y con qué apoyos. Un pacto sólo para la investidura no sirve de nada, salvo para resolver cuestiones personales, si no va acompañado de un pacto de legislatura o, lo que aun sena más deseable, de un Gobierno de coalición. Y eso exige acordar lo que en un período determinado de tiempo se va a hacer y se va a evitar. De ahí, la conveniencia de tener ideas y programas. Y supone también, no se olvide, distribuir el poder de forma que se establezcan garantías suficientes para el cumplimiento de lo acordado.

Solamente así el Gobierno resultante podría acometer de veras la gobernación y la famosa gobernabilidad o estabilidad sería útil. Porque las circunstancias mandan y la legislatura que ahora comienza y sería conveniente llevar a buen término exige tres tareas muy concretas. Hay reformas institucionales -no por cierto constitucionales- que no pueden dilatarse. Tal es el caso del nuevo pacto autonómico que dé pleno encaje a los hechos diferenciales nacionales y realice la imprescindible apertura electoral. Los objetivos de convergencia económica deben ser cumplidos, haya o no Unión Monetaria y de manera suficientemente consensuada entre las fuerzas políticas y sociales, en pro tanto de su realidad como de su coste mínimo. Es preciso obtener la pacificación definitiva de Euskadi. Todo ello es tan difícil como posible y en todo caso necesario. Para empresas tales, sólo factibles cuando se acometen con la colaboración de todos, es para lo que sirve la estabilidad, la gobernabilidad y la gobernación.

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