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El maratón final

Aznar se hizo ayer 1.276 kilómetros, mientras que González se quedó en 777, y Anguita, en 670

Javier Casqueiro

José María Aznar experimentó ayer un día especial por varias razones, pero fundamentalmente porque puso a prueba su chasis con tina jornada de actos políticos de una intensidad jamás igualada. Se dio una auténtica vuelta a España por sus rutas aéreas y completó un recorrido de 1.276 kilómetros en cuatro etapas. El reactor contratado por el PSOE para Felipe González -el alquiler un aparato como los que utilizan los candidatos sale por unas 200.000 pesetas al día- también voló bastante, 777 kilómetros, pero en un desplazamiento más habitual, de Madrid a Sevilla, con regreso por la noche a La Moncloa. Julio Anguita, por su parte, se hizo más de 670. Madrugó en Córdoba, tomó a media mañana el AVE para Madrid y por la noche voló, en un bimotor alquilado por segunda la vez en esta campaña, hasta la capital andaluza.

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Los tres líderes se levantaron ayer temprano, antes de las ocho de la mañana. Desayunaron leyendo la prensa y pensando en las entrevistas que todos tenían a primera hora en distintas emisoras. Aznar y Anguita acudieron a la COPE. González, a Radio Nacional. Repitieron unas consignas ya muy memorizadas. Luego, Aznar se fue a su despacho del partido, en la séptima planta de Génova, 13, sede que fue desalojada una hora por amenaza de bomba, y allí mantuvo una reunión con su comité. Hacia las 12.00 se trasladó en su Audi blindado al aeropuerto de Barajas, donde le esperaba el avión contratado a una compañía privada para sus viajes en esta campaña. Un reactor que no ha sido siempre el mismo, pero sí muy parecido. Siete o diez plazas y un espacio habitable tan pequeño como el de una furgoneta.

En la avioneta de Aznar viajaron ayer, y como casi siempre, su esposa, Ana Botella; su jefe de gabinete, Antonio Cámara, y su jefe de prensa, Miguel Ángel Rodríguez, así como los escoltas y, novedad, su hijo menor, Alonso. A la una y media de la tarde participó en un mitin en el pabellón Huerta del Rey, de Valladolid, y a la hora de comer volvió a coger el reactor, que enfiló el aeródromo de Huelva en 45 minutos, 15 antes de los esperados. En pleno vuelo encontró un hueco para reponer fuerzas con un poco de queso, jamón, pescado frío rebozado y pollo, también frío. No tomó ninguna vitamina. Su reconstituyente fue, también como casi siempre, un vasito de vino tinto de Ribera del Duero. Como estimulantes sólo se permite el té o el café descafeinado.

No hubo lugar para la siesta. Al aterrizar en Huelva, como en cualquier otro aeropuerto, le esperaba a pie de pista su coche blindado, que le trasladó hasta el mitin. Por la tarde, hizo parada en Sevilla. Ya de noche, de camino a Madrid, aprovechó para picar algo y cambiarse la camisa por la que siempre lleva de reserva por si suda mucho.

González siempre desayuna en campaña manteca colorá con pan y tomate. Después de ir a la radio volvió a La Moncloa y presidió su último Consejo de Ministros de esta legislatura. Más tarde, comió y aprovechó para reposar y preparar los mítines del día. El primero, a las siete de la tarde, en Madrid. Luego, fue desplazado hasta Barajas y allí tomó el pequeño reactor alquilado por el PSOE para esta campaña, un aparato de unas 10 plazas que nunca se llenan. González va muy poco acompañado en estos viajes. Su secretaria, Piluca Navarro; sus escoltas y, en alguna ocasión, sus dos hijos menores. Al llegar a Sevilla le aguardaba su coche oficial, así como la comitiva local del partido.

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En estos días come bien, pero está especialmente preocupado por cuidarse la voz, algo afónica. Para suavizarla toma miel y limón y unas pastillas contra la ronquera que le recomendó el pasado martes el actor Imanol Arias.

Julio Anguita es muy espartano. Se despertó en su Córdoba, la ciudad que le vio ejercer de alcalde y allí fue entrevistado para la cadena COPE. Luego, se fue a la nueva estación de Renfe y a las 11.45 salió para Madrid en el AVE. En Atocha le esperaba su coche oficial, un Ford blindado. A la hora de comer llegó a casa, no perdonó la siesta y, más tarde, preparó los mítines.

A las 19.30 estuvo en el pabellón de Cristal de la Casa de Campo. El coche le depositó en Barajas sobre las 22.00 con el tiempo justo de subirse a la avioneta alquilada. Si puede ser, evita los aviones. Viaja con su escolta, el chófer, el jefe de prensa y, alguna vez, su esposa. Anoche aterrizó en Sevilla a las 23.00. Y allí durmió. Hoy descansará en Córdoba, donde mañana votará.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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