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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pasado contra futuro

LA CAMPAÑA electoral más decisiva de la última década, la primera en la que la alternancia política es más que probable, está siendo una frustrante prueba de la falta de consistencia y seriedad de nuestras fuerzas políticas. El partido en el Gobierno trata de recuperar algo del terreno perdido mostrando vídeos-basura sobre el adversario; el PP clama al cielo por tamaña felonía y se queja de las descalificaciones, cuando ésa ha sido su estrategia durante los dos últimos años; el tercero en discordia, que entona la salmodia del "programa, programa, programa", termina por proclamarse a sí mismo como la única salvación posible.Y no es que los partidos políticos no hablen de los problemas que afectan a los ciudadanos. El problema es que lo hacen sólo con vaguedades que a nada comprometen o, lo que es peor, más con referencias al pasado que con compromisos para el futuro. Y cuando hablan del pasado llama la atención su facilidad -o desfachatez- para reescribirlo según convenga, contándonos a menudo lo contrario de lo que nos muestran las hemerotecas. Por desgracia, la afición a bucear en ellas está muy disminuida.

Ésta es una causa más que contribuye a que la campaña del 3 de marzo sea una de las más frustrantes e inanes de cuantas ha habido desde las primeras, elecciones democráticas de junio de 1977. La cuestión de las pensiones es paradigmática de este modo de encarar los problemas capitales de los electores. El PP y el PSOE -o sea, los dos partidos sobre los que va a descansar la gobernación de este país durante muchos años- andan ahora enzarzados en una interesada y poco esclarecedora polémica sobre cuál fue su respectiva posición en la reforma de las pensiones de 1985. Para el PSOE, el voto en contra de Alianza Popular es un precedente que cuestiona la voluntad del Partido Popular de reformar el sistema público de pensiones a fin de hacerlo viable. La interpretación del PP es diametralmente distinta: dice que votó en contra porque se opuso a los recortes propiciados por el PSOE. Cierto es, pero es también obvio que se opuso sobre todo a la limitación de las pensiones máximas y que erró fulminantemente al augurar un incierto futuro al nuevo sistema. Hoy todos coinciden en que aquella reforma libró de la quiebra al sistema público de pensiones e hizo posible su futuro en los términos acordados en el reciente Pacto de Toledo.

Lo que importa a los electores es lo que se liará con sus pensiones en el futuro. Pero de ello no hablan claramente ni González ni Aznar, escudados en un acuerdo que, por lo demás, no respetan y que en todo caso debería valer para no utilizar tales cuestiones como arma arrojadiza, río para hurtarlas al debate político. Los electores acudirán a las urnas sin saber qué piensan el PSOE y el PP? de las reformas que necesita el sistema de pensiones para garantizar su viabilidad. Mientras tanto han oído discusiones bizantinas sobre cuál fue o dejó de ser la postura de cada uno hace 11 años.

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La memoria cumple su función terapéutica si evita que los errores del pasado se repitan en el presente y condicionen el futuro. Pero sólo confunde si se utiliza como coartada para eludir pronunciamientos claros sobre problemas del presente. Harían bien el PSOE y el PP si en los días que quedan de campaña se dedican a exponer más claramente que hasta ahora sus propuestas. Aunque nos tememos que sea una vana sugerencia.

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