Star Trek y las memorias de Adriano
Bombardeado por la lluvia, acosado por las borrascas, zarandeado por el oleaje, el Coliseum de La Coruña, con su forma ovalada, parecía la nave de Star Trek ocupada por 12.000 astronautas gallegos y una abuela centenaria, Josefa Corbacho. El escenario ideal para entablar la Batalla de las Encuestas. Porque el PSOE ya no lucha contra el Partido Popular, que anda de happy dirthday con Aznar, sino contra el PTC el Partido del Tanto por Ciento. Así lo entendió el barón Vázquez, alcalde y diputado coruñés, que hizo de aguerrido telonero y lanzó unas, andanadas de dientes de ajo contra los diablos estadísticos, apelando a felices conjuros anteriores. "Cuando he leído esta mañana los pronósticos adversos, supe que íbamos a ganar otra vez".La nave de los 12.000 astronautas gallegos despegó entonces a toda máquina e hizo unas cabriolas muy vistosas sobre la torre de Hércules. Ondeaba en popa una gran pancarta de la Agrupación Socialista de Vilalba, que debe ser algo así como una agrupación apache en el circo de Búfalo Bill. Pero llegó el comandante González y la puso en sereno y melancólico stand by. El posmoderno Coliseum se convirtió a partir de ese momento en un teatro clásico. Felipe representaba el Yo, Claudio. Recitaba sus particulares Memorias de Adriano. Napoleón González todavía no tiene un Stendhal. Lo de los 150 novelistas de Carmen Romero fue un chiste malo de Camilo José Cela y su cuadrilla. Así que él mismo tiene que monumentarse y escribir su novela.
Empezó la campaña encogido como una acacia púdica, esa planta que repliega las hojas en atmósfera hostil. Se fue creciendo por la química popular, al comprobar que todavía llenaba pabellones y que, extrañamente, el PTC no le era tan adverso después de los 1.095 días de apocalipsis. Este domingo se esperaba la tercera fase.
Que el PSOE saliera al campo en plan River Plate, aquella máquina total que usaba la insólita táctica futbolística 1-10. Pero para ello era necesario desayunarse con un 5% y no con un 9% de diferencia. Con un sapo de nueve centímetros en el estómago es difícil salir a comerse el balón.
El próximo 3 de marzo Felipe González cumplirá 54 años, probablemente sin globitos ni serpentinas. Su discurso coruñés fue equinoccial, de quien todavía es el Poder y ya no lo es. No se medía con Aznar ni con Anguita sino consigo mismo, con los años, con los lustros de gobierno. Daba la impresión de que estaba leyendo en alto un primer tomo de memorias, ilustrado con los ginness socialistas, desde los miles de kilómetros de autovías hasta los trasplantes de riñón. Hizo una sutil terapia de grupo, algo así como: "vamos a ganar, pero vamos a perder con templanza y orgullo".
Fue su mejor discurso desde 1982. No tiró la toalla sino que se secó el sudor. "Y si ellos pierden, ¿sabrán ganar?".
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