El FMI hace campaña electoral
El director del FMI, Michel Camdessus, ha anunciado la concesión inmediata de un gigantesco crédito a Rusia por valor de más de 10.000 millones de dólares. Se trata del primer gran préstamo que protagoniza el organismo nacido en Bretton Woods, tras el paquete de rescate financiero a México hace más de un año. Aunque tarde, el FMI ha rectificado sus tormentosas relaciones de los últimos tiempos con Rusia. El crédito cumple la ortodoxia del FMI: dólares a cambio de un ajuste económico en profundidad (fundamentalmente, reducción de la inflación y del déficit público dentro de los parámetros -por hacer tina comparación- de la convergencia fijada en Maastriclit para los países de la UE).Sin,embargo, como casi siempre, la actuación del FMI se halla trufada de densidad política: se concede el dinero sólo cuatro meses antes de las elecciones presidenciales, en un intento casi desesperado de apoyar a Yeltsin frente a la ofensiva de los comunistas encabezados por Ziugánov. Las intervenciones del FMI se han caracterizad0 por la política económica que imponen, pero también por su influencia política decisiva en el Tercer Mundo y, más genéricamente, en la estabilidad geopolítica internacional, como sucede ahora con Rusia.
Los sondeos pronostican, en, este momento, una victoria de Ziugánov por 10 puntos, y esto es lo que pretende evitar el Fondo Monetario Internacional, pese a las declaraciones formales de neutralidad de Camolessus: "Nosotros apoyamos a países y a programas concretos. Rusia es una democracia y en democracia las elecciones son indispensables. Creemos que este programa de tres; años es lo que necesita Rusia. Pero si llega un nuevo Gobierno que cree que es malo para el país, entonces será su opción la que nosotros respetemos. Claro que si no cumple, con las condiciones del crédito, simplemente interrumpiremos el programa". Más claro, agua.
Esta generosidad del FMI respecto a Rusia se plasma sólo desde que los grupos antirreformas (los ultranacionálistas de Zhirinovski o los comunistas de Ziugánov) son mayoritários en la Puma. Hasta ahora las cosas no habían sido así; en la primavera de 1992 los reformistas contaban con el apoyo de Yeltsin, el Parlamento no podía oponerse y los ciudadanos aún daban un margen de confianza al -Gobierno; en ese momento, el FMI desprecié, el plan de ayuda de Occidente solicitado por el Gobierno, ruso (para mantener el empleo público, subsidiar a los sectores más afectados por la transición hacia una economía de mercado y crear un fondo de estabilización del rublo), pese a que las privatizaciones avanzaban y la inflación se reducía.
Un testigo excepcional de aquellos momentos, el español Manuel Castells (que coordinaba un comité de expertos sobre los problemas sociales de las reformas económicas, en el que participaban Alain Touraine, Fernando Cardoso -el actual presidente de Brasil-, Stephen Cohen y Martin Carnoy), describía la actuación del Forido: "La incapacidad política de entender la situación rusa (o del mundo) en términos distintos de parámetros macroeconómicos cortó la ayuda occidental en un momento decisivo, suscitando un proceso que destruyó la credibilidad de las reformas, envalentonó al viejo aparato soviético y sembró en las mentes la tentación del salvador autoritario haciendo posible el fenómeno Zhirinovski. El analfabetismo político del FMI habrá conseguido exactamente lo contrario de lo que pretendía en la economía mundial y, en el camino, habrá destrozado un país tan importante como Rusia y hecho retroceder las perspectivas de concordia internacional".
Es mejor tarde que nunca y que el FMI rectifique su ceguera anterior; pero es legítimo sospechar de sus criterios. El FMI ha devenido en un agente que articula la estabilización política de los países hasta un límite incierto y a veces arbitrario.
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