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La mili ya no tiene quien la defienda.

El intento de zanjar el debate sobre el servicio militar, con el acuerdo parlamentario de junio de 1991, se ha demostrado baldío. La presión de la opinión pública, y en especial de las nuevas generaciones, cuyo peso en el cuerpo electoral es creciente (cuatro millones de españoles son varones de 18 a 30 años), ha hecho saltar por los aires un modelo (nueve meses de mili y 50% de militares profesionales) que apenas empezaba a andar. Si el PSOE redujo el servicio en filasa la duración de un embarazo, el PP lo promete ahora seismesino. Pero ni los populares, que lanzaron la oferta, ni los socialistas, que la rechazan, han dicho su última palabra, según reconocen. A medida que las diferencias programáticas entre los partidos se van borrando en tantos terrenos, la política de Defensa, la política de Estado por antonomasia, se convierte paradójicamente, a causa de la mili, en uno de los terrenos predilectos de la batalla electoral.Insumiso preso en régimen abiertoObjetor de conciencia que ha realizado la PSSSoldado de reemplazo a punto de acabar la mili

Miguel González

Desde que, en junio de 1986, el CDS de Adolfo Suárez irrumpió en la campaña con la mil¡ de tres meses como gancho electoral, no ha habido elecciones en las que el reclutamiento obligatorio no haya sido objeto de disputa. En 1993, fue el PSOE el que sorprendió con su promesa de reducir el servicio militar a nueve meses y ahora ha sido el PP, dispuesto a dejarlo en un semestre.Aunque la permanencia en filas se ha reducido a la mitad en los últimos 15 años, la mayoría cumple sus obligaciones militares cerca de casa y las condiciones de' la prestación han mejorado de forma notable, con el establecimiento de un horario o el derecho a vestir de paisano fuera del cuartel, no por ello se ha mitigado la impopularidad de la mili entre los jóvenes.

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Así le, reflejan reiteradamente las encuestas y el aumento espectacular del número de objetores en los últimos años, que ha colocado a España a la cabeza de Europa en este fenómeno, con más de 70.000 anuales.

El rechazo a la mi¡¡ es compatible, sin embargo, con una mejora de la imagen de las Fuerzas Armadas en la sociedad española, a raíz de su participación en las operaciones internacionales de paz y, especialmente, la de Boshia-Herzegovina.

Salvo sectores minoritarios, la oposición a la mil¡ entre la juventud española no es ideológica, sino puramente pragmática. La mayoría no comprende por qué tiene que interrumpir sus estudios o aplazar la incorporación al trabajo, en un mercado duramente competitivo, para cumplir con una obligación que percibe como inútil.

Precisamente, las operaciones en el extranjero han demostrado que, cuando se trata de misiones reales y no de maniobras, el Ejército necesita soldados profesionales, no reclutas forzosos.

Empujados por sus electores, los partidos han ido evolucionando en su postura. No en vano, muchos de ellos incluyen sus propuestas sobre la mili y la objeción de conciencia en el apartado dedicado a la juventud.

En., estas elecciones no hay ninguna fuerza política que defienda las bondades del servicio militar obligatorio. Nadie afirma ya que la mil¡ es un elemento de cohesión nacional y de igualación social o que la defensa no puede dejarse en manos de mercenarios.

Quienes aún defienden el reclutamiento obligatorio, PP y PSOE, no argumentan que sea mejor que el Ejército profesional, sino que éste, por razones económicas o demográficas, no es viable. Al menos, por ahora. Pues nadie cierra la puerta a la abolición de la mil¡ a largo plazo. Por ejemplo, en el año 2.000, cuando deben celebrarse las próximas elecciones.

Arturo Balbuena

"Siempre me ha producido terror el Ejército". Esa es la primera razón esgrimida por Jesús, Lara, arquitecto técnico, de 28 años, natural de Almería, para objetar a la mili. "Casi todos mis amigos de la facultad se habían hecho o pensaban hacerse objetores", explica. El pasado día 13, a los 13 meses de iniciarla, concluyó su prestación social sustitutoria (PSS) en la asamblea de la Cruz Roja de la localidad almeriense de Tabernas. "Para mí, ha sido una experiencia inútil y sin sentido. Salvo en algunos momentos, no había tarea que hacer o faltaban los medios necesarios para reafizarla" explica. "Es verdad que yo tampoco estaba sensibilizado, llevaba poco tiempo.- trabajando y mi mayor preocupación era perder el empleo.En condiciones, no se puede pedir a nadie que se vuelque en un trabajo humanitario, que me merece mucho respeto, pero que debe tener siempre carácter voluntario".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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