Una espiral de ofertas y contraofertas
El último tramo del proceso de paz en Irlanda del Norte ha sido particularmente tortuoso. Desde noviembre pasado ha ido entrando inadvertidamente en una espiral de propuestas que ponían ante todo en evidencia las diferencias de enfoque del problema que subsisten entre Dublín y Londres.Una vez evaporado el efecto embriagador de la visita del presidente norteamericano, Bill Clinton a la provincia, en diciembre pasado, la cruda realidad de las dificultades para encontrar un mínimo denominador común entre unionistas y republicanos quedó completamente clara. Los hallazgos de la comisión Mitchell, que a finales de enero enunció su veredicto negativo sobre la posibilidad de que los grupos paramilitares entregaran sus armas antes de comenzar a negociar la paz, no fueron del agrado de todos.
Mientras el Gobierno irlandés aceptaba sin fisuras las recomendaciones del trío de expertos liderado por el ex senador norteamericano George Mitchell, el primer ministro británico, John Major, lanzaba en la Cámara de los Comunes una oferta especial a las partes en conflicto. Ni más ni menos que pasar por las urnas antes de sentarse a negociar la paz. Unas elecciones en la provincia, dijo Major, serían el mejor "pasaporte" para que el Sinn Fein, brazo político del IRA, y los demás grupos terroristas, obtuvieran el derecho a ser considerados interlocutores válidos.
Condiciones previas
El presidente del Sinn Fein, Gerry Adams, acogió la noticia con indisimulada indignación. "El primer ministro británico sólo pretende sustituir una condición previa por otra", dijo el líder republicano. El Gobierno irlandés, por su parte, mostró unas reticencias más diplomáticas pero no menos firmes. El pasado miércoles, apenas dos semanas después de que la comisión Mitchell resolviera su papeleta sobre el decomiso de las armas a favor del Sinn Fein, el Gobierno de Dublín colocó otra oferta sobre el tapete. ¿Por qué no organizar una conferencia como la celebrada en Dayton que se ha saldado con la paz en Bosnia? La propuesta fue acogida esta vez con frialdad en Londres y con ira en los cuarteles generales de los partidos unionistas, en Belfast.
Mientras la pelota saltaba del tejado irlandés al británico, y del británico al irlandés, el Consejo del Ejército Republicano Irlandés Provisional preparaba su oferta. Una bomba en el segundo corazón financiero de Londres que estalló al filo de las siete de la tarde en los Docklands.
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