Odio, piromamía y un trapo
El autor de los incendios en un pueblo francés burló a la policía durante meses con un sistema de ignición lenta

Ni fenómenos paranormales, ni movimientos telúricos, ni fugas eléctricas: un simple aldeano pirómano provocó los 13 incendios que mataron a dos personas y atormentaron durante los últimos cuatro meses la pequeña localidad francesa de Moirans-en-Montagne; próxima a la frontera suiza. La detención y casi inmediata confesión de Pascal Raffin, de 36 años, se conoció el lunes. Pero hasta ayer seguía siendo un misterio cómo Raffin se las había arreglado para engañar a los técnicos de los bomberos y para burlar el cerco policial en tomo a las casas que ardían una y otra vez. El secreto de Raffin: un simple trapo. "'En realidad, el mecanismo es tan burdo que prefiero no explicarlo para no dar ideas a otros pirómanos", dijo el juez Jean-Pierre Berthet, que dirigió la investigación. Pero el truco trascendió rápidamente. Para estar lejos en el momento en que se detectara el incendio, Pascal se valía de un trapo. Le prendía fuego y lo envolvía con alguna ropa. Luego lo depositaba en un lugar cerrado, como un armario o un cajón, y desaparecía. La combustión del trapo, casi sin oxígeno, era lentísima. Al cabo de una o dos horas, el humo se hacía visible. Alguien, los dueños de la casa o los bomberos, abrían el espacio donde Raffin había depositado su siniestro ingenio. Y la bocanada de oxígeno provocaba una inmediata llamarada y la rápida extensión del fuego.
En Pascal Raffin confluían dos pulsiones criminales: la piromania, por un lado, y la voluntad de vengarse de su tía, por otro. Satisfizo ampliamente ambas, ya que incendió sistemáticamente un mismo grupo de casas y causó la muerte de su tía, Annie Raffin, y la de un bombero voluntario, Gérard David, que intentaba rescatarla.
El odio contra su tía, casi de su misma edad, era correspondido y se concretó en un asunto de herencias. Annie Raffin no quería que, en caso de fallecer, su propiedad pasara a través de su marido a la familia de éste, Charles Raffin y su esposa, y sobre todo al hijo de ambos Pascal. Redactó su testamento legando la casa a su marido, pero decidió añadir una cláusula anti-Pascal. Annie murió poco antes de acudir a casa del notario.
Pascal fue sistemático en los ataques contra su familia. El domicilio de sus tíos fue incendiado cinco veces; el de un vecino de sus tías, dos veces, e incluso quemó otras dos veces la casa de sus propios padres, donde residía él mismo. Los edificios estaban vigilados las 24 horas del día. El juez y los especialistas de los bomberos dejaron de lado, poco a poco, la hipótesis criminal, y primaron las hipótesis de algún fenómeno telúrico conectado con la línea subterránea de alta tensión que discurría alrededor del grupo de casas afectadas. Un numeroso equipo de técnicos de la compañía Electricidad de Francia se instaló en el pueblo. Mientras tanto, parapsicólogos, radiestesistas y otros aficionados a lo oculto iban invadiendo el pueblo en busca de fantasmas incendiarios.
Pero el incendio de un cochecito de bebé, el domingo, devolvió al juez a la pista criminal. Pascal Raffin fue visto muy cerca del cochecito y detenido inmediatamente. Raffin se derrumbó. Confesó primero siete fuegos, entre los que no incluía el que mató a su tía. Luego reconoció haber iniciado 19, algunos de los cuales ni siquiera fueron detectados.
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