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La prospectiva como razón

Joaquín Estefanía

La prospectiva es una materia que ha dado, abundantes charlatanes y bastante gente interesante. Entre los primeros ninguno fue capaz, por ejemplo, de incorporar la caída del muro de Berlín y la autodestrucción del socialismo real a sus verdades reveladas del fin de siglo. Tal es la aleatoriedad de sus presupuestos y métodos, de trabajo, escasamente científicos. Los grandes economistas de la historia también hicieron sus pinitos prospectivos. Adam Smith previó la Sociedad de la Libertad Perfecta, cuya característica era un aumento general del bienestar para todos a través de la mano invisible. Marx profetizó, sin muchos detalles, la sociedad sin clases; la clase trabajadora, "estupidizada e ignorante", devenía primero en un proletariado difuso y luego ejercía su dictadura para acabar en una mera administración de las cosas. Ya en el siglo XX, Keynes creyó en las posibilidades políticas del capitalismo del futuro, pero también en que el mercado conduciría. a una sociedad de desempleo permanente; su pesimismo tiene, hoy raíces empíricas. Por último, Schumpeterse pregunta en su obra monumental Capitalismo, socialismo y democracia, "¿Puede sobrevivir al capitalismo?", y se contesta: "No creo que pueda"; el austriaco entiende que no hay razones puramente económicas en la muerte del capitalismo, sino que "el capitalismo da origen a un marco racional de pensamiento que, tras haber destruido la moral de tantas otras instituciones, se volverá contra la suya".

Esta semana han aparecido dos libros que contemplan con seriedad la prospectiva como método -El futuro de España (Editorial Taurus), de Diego Hidalgo, y El capitalismo del siglo XXI (Editorial Península), de Robert Heilbroner- y se anuncia otro más de Carlos Alonso Zaldívar. El de Hidalgo es el primero que incorpora en el análisis a nuestro país en las nuevas condiciones de fin de: siglo: sin un sistema político alternativo; vinculado al proceso de globalización surgido tras el final de la guerra fría; inmerso en la actual revolución de la tecnología, la información y las comunicaciones; con creciente preocupación por el medio ambiente; con un nivel preocupante de desempleo, et cétera. Y lo hace sin caer en ese economicismo rampante de muchos de los trabajos que hoy se publican.

Hidalgo lo ha querido editar en la precampaña electoral, con el afán legítimo de influir en las ideas de: los partidos políticos, sobre todo en cuatro cuestiones: desempleo, pensiones, educación y reforma de la administración. Vano intento, pues sus posiciones liberales están desapareciendo artificialmente de la escena pública: los dos grandes partidos. (PSOE y PP) han iniciado una rara carrera para ver quién defiende, con más ortodoxia, las posiciones alcanzadas en el Estado de bienestar español. Este corrimiento gauchista tendría su interés si fuese auténtico, pero es una impostura que no corresponde a la política que han practicado unos, o que desean ejercer los otros, cuando lleguen al Gobierno de la nación. Es oportunismo.

La batalla por el voto se está librando en el espacio sociológico del centro-izquierda, y resulta prodigioso observar a quienes hace poco eran un partido de derecha, luego de centro-derecha y hace dos fines de semana de centro, pelear con las armas que en Europa tienen la socialdemocracia o el laborismo, y no Kohl, Major o Juppé. Cualquier observador recién llegado hubiera creído que el socialista era Rodrigo Rato en el debate del. pasado lunes en Canal Plus sobre política económica (con Pedro Solbes) o Luis Gamir en la presentación de El futuro de España. ¿Dónde están los liberales del PP?

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