Apuesta por Rusia
LA ASAMBLEA Parlamentaria del Consejo de Europa ha optado por incluir a Rusia, el enfermo de Europa, en el sanatorio de la democracia, en vez de escoger el aislamiento de este inmenso país, la condena manifiesta a los graves síntomas de su evolución y la posibilidad de que ello refuerce las tendencias nacionalistas y comunistas que prosperan en su interior.Por 164 votos a favor, 35 en contra y 15 abstenciones, la Asamblea Parlamentaria ha aprobado que Rusia sea el 39º miembro de una organización (el Consejo de Europa) que, desde su fundación en 1949, tiene como misión extender por el Viejo Continente los derechos humanos y los valores democráticos. Los mismos diputados que votaron a favor eran conscientes de que la decisión es discutible si se ve como un visto bueno a la frágil y muy imperfecta democracia rusa. Porque es un hecho que la democracia en Rusia está amenazada cuando aún no ha cuajado y que sus enemigos son cada vez más fuertes. Chechenia y la liquidación política de los reformistas son síntomas graves y significativos.
De hecho, a los parlamentarios europeos les costó darle el visto bueno al nuevo miembro. El socialdemócrata alemán Rudolf Blinding, ponente de la Comisión Jurídica y de Derechos Humanos, afirmó que Rusia "no puede ser considerado un Estado de derecho", tras lo cual pidió su incorporación al Consejo de Europa. Esa actitud de resistencia inicial y aprobación final con reservas se explica por la presión de la mayoría de los Gobiernos, que invitaron a los parlamentarios a contemplar el caso desde otro ángulo. Porque la decisión sólo era asumible para una mayoría si se explicaba desde el principio de que el aislamiento de Rusia sería contraproducente.
Rusia tendrá que rubricar las convenciones que garantizan los derechos humanos, protegen a las minorías y a las lenguas regionales, prohíben la tortura, mejoran las condiciones de vida en las prisiones, aseguran la libre circulación de las personas, establecen el servicio civil como alternativa al militar y abolen la pena capital. Y después, Europa tendrá que hacer un largo ejercicio de paciencia hasta que las cumpla.
La petición de ingreso de Rusia en el Consejo de Europa gozó de un amplio consenso en la clase política rusa. Un nutrido grupo de parlamentarios de todas las tendencias de la Duma, o Parlamento, viajó a Estrasburgo a defender esta causa. Algunos no dudaron en hacerlo incluso con impertinencias como el ultranacionalista Zhirinovski, que amenazó con que Rusia crearía "su propio Consejo del Este de Europa" si se rechazaba su candidatura. El comunista Ziuganov afirmó que un no supondría levantar "un telón político entre las dos partes de Europa". Esas presiones también influyeron en la decisión final de los parlamentarios de Estrasburgo, al igual que lo hizo la consideración de que el caso ruso es particular. Dada su inmensidad geográfica, su variada composición étnica y su historia, en particular las siete décadas de comunismo, Rusia no es equiparable a los países centroeuropeos, cuya adaptación a la democracia es mucho menos compleja.
Pendiente aún de la aprobación del Consejo de Ministros del Consejo de Europa, la incorporación efectiva de Rusia podrá producirse en febrero o marzo próximos. Se acepta así a un socio que cumple menos las reglas que todos los demás, pero al que quizás se pueda convencer mejor a asumirlas desde dentro que desde fuera del club.
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