Una larga siesta y un paseo de media hora
Como un novio en la noche previa a la boda. Forrado de nervios, un tanto abrumado, Arsenio ha vivido así su primera expedición al frente del Madrid. Ha esperado 65 años para cumplir un sueño que ha estado a punto de evaporarse. Le ha llegado su hora y no quiere dejar un cabo suelto. Tiene sus métodos, los de toda la vida. Ni mejores ni peores que los de su predecesor, pero son los métodos de Arsenio. Corren otros tiempos en el Madrid, ayer dirigido por un joven catedrático y hoy por un sabio maestro de la vieja escuela.Arsenio, lo primero que destila es paternalismo. Es el viejo pastor al frente de un grupo de profesionales acostumbrados hasta ahora a un guía -Jorge Valdano- más joven, con más experiencia como jugador que como entrenador. Más desahogado, quizá, en sus hábitos.
Arsenio es otra cosa: "Vamos Fernando ir a descansar y ya os llamaré hacia las siete; ahora tenéis que acostaros". El Bruxo va repitiendo la receta casi uno a uno. Escuchando su tono entrañable nadie se extrañaría si poco después subiera habitación por habitación arropando a sus chicos. Ellos han tenido que acostumbrarse a tratar al nuevo técnico de "usted". Antes, cuestión de edad, no era así. Raúl lo ha tenido más fácil. Sólo él y sus compañeros de quinta -Gómez, Álvaro- daban el mismo trato a Valdano.
Con los futbolistas entre sábanas, Arsenio tiene la obligación de atender a la prensa local. Son las siete de la tarde del pasado sábado. La rueda de prensa es breve. Al término de la misma se levanta como un muelle y rápidamente corre las cortinas del salón para mirar la calle. Frunce el ceño. Los niños siguen al acecho de sus ídolos, algo que trastoca sus planes: Arsenio quiere sacar a los chicos a pasear, aunque sea por el aparcamiento del hotel. "No es plan que estén en la cama desde las cinco; ¡creo yo, vamos!". ¿Para qué quiere que paseen? "Coño, no es tan raro, no soy el primer entrenador que lo hace; no ves que si siguen acostados y empalman con la cena por la noche no cogen el sueño".
Se sienta en la recepción. Pensativo, en búsqueda de una solución. Pregunta por el director del hotel y se asoma a la calle para escrutar algún rincón solitario. "Nada, nada, no hay manera; pero, coño, hay que levantarlos". Ignacio Zoco, el delegado del equipo, se ofrece a hacer de despertador. Pero Arsenio quiere apretar el timbre. Antes atiende al director, que le recomienda un salón como refugio. Irrumpe la vena gallega: "Sí hombre, sí, pues claro que tiene un salón, pero hay que levantarles".
Dicho y hecho. Todos en pie. Se suspende el recreo, no hay caminata, pero hay que desperezarse. Arsenio se lamenta. Quizá el domingo pueda cumplir con su tradición. Pregunta a los encargados de la expedición: "¿Qué suelen hacer el día del partido?". "Día libre hasta la comida", le responden. El gallego se muestra tajante: "De eso nada, mañana todos juntos a pasear". Así fue.
Con la comida, otras de las manías del técnico gallego, aún no ha podido hacer nada. Los menús de Oviedo se encargaron desde el club por fax hace una semana. En sólo dos días con el equipo, Arsenio sólo ha tenido tiempo de implantar el paseo. Pero habrá más cambios. Son otros tiempos.
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