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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

"Señora presidenta"

CUANDO BILL Clinton fue elegido presidente de los Estados Unidos dijo que lo! norteamericanos habían obtenido dos por el precio de uno; es decir, que votándole a él se llevaban también a su esposa: Hillary Rodham, Clinton, una brillante abogada, que, a todas luces, iba a dar mucho juego en la política de Washington.Hoy, a la vuelta de casi cuatro años, la señora Clinton se ha convertido en la primera primera dama en la historia que comparece ante un gran jurado para establecer si ha lugar o no a procedimiento judicial por la oscura trama del caso Whitewater, lo que puede hacerle un agujero considerable a la campaña de Clinton a la reelección del próximo noviembre.

La investigación del gran jurado -que no es un tribunal judicial, sino un equipo de investigación- trata de dilucidar cuál fue la actuación como abogada de la señora Clinton en relación a un fondo de inversiones, el Madison Guaranty, en Arkansas, cuando su marido era gobernador. Ese fondo recibió ayudas de dinero público, mientras manejaba ahorros privados del matrimonio, y parece que Hillary Clinton representaba los intereses de Madison ante el Estado de Arkansas al tiempo que ella, con su esposo, eran inversionistas del mismo. El gran jurado investiga también la n-tisteriosa reaparición en la Casa Blanca de unas facturas, que Hillary Clinton daba por perdidas, y que podrían relacionarla con el caso. En este segundo elemento de investigación 1 planea la sombra del encubrimiento, que fue lo que llevó a la dimisión al presidente Nixoni en 1972, en un caso de ominosa sonoridad similar: Watergate.

Y, en medio de todo ello, esa imagen de ejecutiva dinámica, de mujer con ideas, de promotora de una política social avanzada dentro del partido demócrata, de la señora presidenta, ha volado hace ya tiempo por los aires. En medios de Washington se acusa vastamente a Hillary Clinton de autoritarismo y, en general, de interferencia en funciones y decisiones que no le competen.

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La primera dama declaró, a la salida de su comparecencia, que había respondido a todo lo que se le preguntó; añadiendo que nunca había tenido nada que ocultar y que todo su interés era que resplandeciera la verdad. Ahora, el gran jurado tendrá que decidir si ha lugar a nuevas declaraciones, si el caso se cierra, al menos en lo tocante a su persona, o si se la procesa.

Y, salvo que el gran jurado deterinine pronto en favor de Hillary Clinton, los careos de Whitewater pueden convertirse en un factor inescapable de la campaña presidencial de noviembre. Clinton, que parecía partir con algo más de algunos codos de ventaja sobre sus eventuales oponentes republicanos, se puede ver ahora rodeado de un halo de sospecha, no sólo en lo tocante al comportamiento de su esposa, sino por su propia actuación como gobernador en un caso en el que aparecen como dudosos sus tratos con los medios de negocios de su Estado natal.

Sólo a la opinión más sectaria, dentro del partido republicano, le interesa, que la campaña esté por debajo de toda sospecha. Por eso hay que desear que mucho antes de noviembre quede despejado, si es posible, el camino. Un candidato-presidente que se presente al electorado con su programa y los logros que haya conseguido, contra los demás candidatos, es lo que conviene al país, si nada hay de qué acusarle. Esto es, sin esposas que sumen ni que resten, sino con Hillary Clinton en el lugar de primera dama que la tradición les asigna.

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