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La vida es más fuerte

Un recorrido por el antiguo bulevar de Mostar, en la margen izquierda del río Neretva, es la mejor respuesta a quien pregunte hasta dónde ha podido llegar la capacidad de destrucción en la guerra de Bosnia-Herzegovina. No hay límite cuando se es capaz de arrasar símbolos de la cultura, de bombardear lo bombardeado, de atacar los edificios en ruinas y de convertir uno de los ejemplos de la convivencia -la ciudad- en un cementerio.El bulevar de Mostar resume lo que ocurrió en la más feroz batalla entre croatas y musulmanes y explica el odio, entre ambas comunidades en esta ciudad, que perdurará durante años, pese a los esfuerzos internacionales y a los recientes acuerdos de paz.

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Odio y desconfianza en Mostar

Mile Puljic, el vicealcalde croata del sector occidental, justifica la intransigencia de su Gobierno a dar el más mínino paso hacia unentendimiento con el Este con el recuerdo de "los 2.000 muertos que ha habido en esta ciudad durante la guerra". "Ésta no es una gran ciudad. Todo el mundo se conoce y sabe quién mató a quier?", remacha Puljic.

Pese al odio y al miedo latente a un nuevo estallido, la vida en Mostar Este ha cambiado notablemente en comparación con un año atrás. Hay agua corriente, no siempre caliente, luz, han florecido numerosos bares y pequeños comercios, en el antiguo bazar algunos anticuarios y artesanos han reabierto sus puertas, varios edificios han sido reconstruidos desde los cimientos, como el nuevo centro para la juventud (un millón de marcos) o la escuela de administración de empresas (dos millones de marcos), que están a punto de ser inaugurados.

Mostar Este no ha muerto. Aunque casi todos los edificios muestran las huellas de la guerra, hay vida en la ciudad. E ilusión por renacer de las cenizas. Probablemente, más que el sector Oeste, donde sus habitantes nunca vivieron el infierno que padecieron sus vecinos del otro lado del río. Por ejemplo, la libertad de movimientos para muchos croatas, de Mostar Oeste significa poco, ya que ellos siempre tuvieron la vía abierta para salir de la ciudad y viajar a través de su gran protectora: la República de Croacia de Franjo Tudjman.

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