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Tiempo para vivir

Un libro de Jean Fourastier que fue sensación intelectual en el invierno de 1966 se llamaba Las cuarenta mil horas. Con esas 40.000 horas se cumplía el lote completo en la vida de un trabajador. No es momento ahora de hacer las cuentas de a cómo salía la semana y qué: cantidad de años se trabajaba, pero entonces parecía a todo el mundo una bicoca. Significaba reducir el horario laboral a más de la mitad y tener tiempo libre para mil cosas.Formaba parte el libro de Fourastier de una generación bibliográfica que creía en el progreso fervientemente. Actuando apropiadamente nos liberaríamos a través del trabajo pero también, a su vez, de mucho trabajo que por su carácter alienante era el más fuerte tóxico que se podía recibir.

La otra vez que se ha vuelto a hablar con énfasis de trabajar mucho menos ha sido este invierno, 30, años después. En diciembre, primero en Francia, con motivo de las huelgas y en Alemania ahora a propósito de la negociación de un pacto entre patronal y sindicatos del metal. La diferencia entre una y otra época es que entonces la perspectiva de ganar ocio procedía de una plétora. del empleo mientras ahora el ocio tiene su ' procedencia en la escasez. Primero fue Volkswagen, hace dos años, quien estableció la semana de cuatro días laborables, ahora es la filial alemana de Ford la que ha decidido cambiar el salario monetario de las horas extras por un salario en tiempo futuro. Más que ahorrar dinero, los trabajadores de la Ford acumulan horas para procurarse una jubilación anticipada o más jornadas libres mientras van dejando hueco para que otros obtengan la ocasión de trabajar. A la ansiedad por el ocio, cuando era poco, ha seguido la ansiedad por el trabajo que ralea. Aunque con una mala noticia añadida: la segunda ansiedad no ha curado a la primera y, en consecuencia, el desequilibrio se ha multiplicado por dos.

Nouvel Equilibre es el título de un movimiento Civil aparecido hace unas semanas en Francia para reordenar las cosas. En Nouvel Equilibre se agrupan sociólogos, asociaciones de parados y organizaciones patronales. Para daño de su completa credibilidad, el presidente se llama Larrouturou, pero entre sus filas se encuentran varios profesores ilustres como Alain Tourain. El propósito de esta iniciativa es promover la instauración de una semana laboral de cuatro días. Todas las semanas tendrían un puente desde ahora o tras un periodo de transición. Las ventajas para el empleo, la productividad y la felicidad que sus impulsores ven en ello convierten la iniciativa en la piedra filosofal del fin de siglo. Efectivamente, los cuatro días de trabajo en vez de cinco no llevan siempre a una drástica reducción de las horas totales de trabajo a la semana, pero contribuyen a su aminoración. Nouvel Equilibre cita el ejemplo de La Redoute, con ventas por correo, donde el servicio es 24 horas sobre 24 y cada empleado está ocupado 8 horas 15 minutos al día librando tres jornadas semanales.

El régimen de La Redoute es ya una realidad. En las perspectivas de la asociación su caso podría multiplicarse en miles de empresas y aplicarse a decenas de países. De, hecho Japón ha previsto reducir en un 10% el tiempo de trabajo y, por citar a los franceses, un 80% de sus cadres y un 75% de los empleados han declarado preferir tres días de asueto antes que la semana de 35 horas. Más aún: según una encuesta de SOFRES / Nouvel Observateur, un 87% de los asalariados estarían dispuestos a cobrar un 5% menos a cambio de un día más de libertad. Si la organización social se configurara con los deseos viables de los ciudadanos se viviría más balanceados, según Notivel Equilibre. Probablemente se viviría incluso más. Para una cumplida información Larrouturou acaba de lanzar un libro (Flammarion, 1995) titulado elocuentemente Du temps pour vivre, tiempo para vivir.

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