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Bill Clinton y los republicanos fracasan en la búsqueda de un acuerdo sobre los presupuestos

Antonio Caño

Ni el presidente Bill Clinton ni los líderes republicanos del Congreso quisieron hacer ayer más concesiones para llegar a un acuerdo presupuestario que consiga acabar con el déficit público en siete años. La reunión de ayer entre ambos fue la última, al menos por varios días. Las negociaciones quedaron suspendidas, y cada parte responsabilizó a la otra por el fracaso.El presidente Clinton dijo al término de cuatro horas de conversaciones con los dirigentes republicanos en la Casa Blanca que las posiciones se habían acercado y que un acuerdo próximo estaba "dentro de lo posible". Pero acusó a sus interlocutores de querer hacer todavía demasiados recortes en los presupuestos de apartados que la Casa Blanca considera básicos (seguridad social, ayudas a los pobres, educación y protección ecológica), así como de pretender excesivas reducciones de impuestos para los ricos.

"Hemos llegado a un punto", dijo Clinton, "en el que la eliminación del déficit está claramente dentro de lo posible. Pero desafortunadamente no hemos conseguido un acuerdo porque no coincidimos en la cantidad de los recortes".

El líder de la mayoría republicana en el Senado, Bob Dole, explicó que era inútil proseguir las negociaciones porque el presidente se negaba a flexibilizar su posición, y aseguró que las conversaciones se reanudarán sólo cuando Clinton tenga algo nuevo que ofrecer.

Terreno común

"Seguimos estando listos para discutir cuando la Casa Blanca tenga nuevas ideas que presentar, cuando estén dispuestos a sumarse a un terreno bipartidista común", declaró Dole, máximo favorito para la candidatura presidencial de su partido el próximo mes de noviembre.Según la versión republicana, su última propuesta, que contiene importantes concesiones respecto a la primera, cuenta con un amplio apoyo del Partido Demócrata en el Congreso, por lo que Clinton podría estar quedándose aislado del grueso de la clase política norteamericana.

No parece todavía verlo así la opinión pública. Una encuesta hecha pública ayer de la cadena de televisión ABC reflejaba que el 50% de la población aprueba cómo Clinton está manejando la crisis presupuestaria, mientras que sólo un 20% respalda la actuación de los republicanos.

Tanto los republicanos como el presidente se han desgastado mucho en esta guerra. Las encuestas indicaban primero que los norteamericanos atribuían mayor culpa a la oposición por la situación a la que se la llegado. Pero en los últimos sondeos, Clinton ha bajado también casi diez puntos su popularidad.

El compromiso que el Congreso y la Casa Blanca consiguieron para reanudar las operaciones del Gobierno termina el 26 de este mes. Después de esa fecha podría prolongarse nuevamente para mantener con normalidad la actividad gubernamental durante todo el año.

La nueva caída en las encuestas que Clinton tratará de compensar con un viaje a Bosnia este fin de semana no es la única mala noticia con que el presidente norteamericano ha iniciado 1996. Las presiones sobre la primera dama, Hillary Rodham Clinton, por su actuación en el escándalo Whitewater han aumentado en los últimos días hasta el punto de que el presidente tuvo que salir ayer en su defensa.

El portavoz de la Casa Blanca, Michael McCurry, dijo que Bill Clinton estaba tan indignado con un columnista que había escrito en contra de su esposa que había sentido ganas de darle un puñetazo. El periodista, el influyente columnista conservador William Safire, había escrito que Hillary Clinton era "una mentirosa congénita".

Otro viejo conflicto que regresa es el de Paula Jones, una antigua colaboradora que le demandó por acoso sexual. Los abogados de Clinton recurrieron ayer al Tribunal Supremo una decisión judicial que daba a la razón a la mujer en sus intenciones de querellarse.

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