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"¡Que cante, Serrat, que cante Serrat"

El cantautor celebra la Nochevieja con las tropas españolas en Bosnia

ENVIADO ESPECIAL"Tío, te van a fotografiar más que al Papa". La bienvenida advertencia del oficial cuando Joan Manuel Serrat llegó al destacamento español en Mostar este pasadas las nueve de la noche del 31 de diciembre se cumplió al pie de la letra. El cantautor catalán decidió despedir el año en compañía de las tropas españolas en Bosnia, pero no contaba con que iba a ser recibido como un héroe. Soldados y oficiales hacían cola para conseguir un autógrafo en un trozo de papel, un billete, una tarjeta o hasta en un pasaporte.

Serrat acababa de llegar de Sarajevo, donde participó junto a músicos, payasos y otrs artistas en los actos de Nadal a Sarajevo, organizados por Música per la Pau. En la capital bosnia cantó con los niños, contactó con los artistas locales y tomó nota de sus necesidades más perentorias.

Las visitas a Sarajevo y Mostar fueron un golpe duro La destrucción de la Biblioteca Nacional de la capital o el estado ruinoso del sector oriental de Mostar helaron el corazón de Serrat. Se quedó sin palabras. Después, decidió convivir con las tropas españolas. Era la primera vez que los soldados de la Agrupación Aragón y de todas las unidades que han pasado hasta ahora por Bosnia-Herzegovina recibían la visita de un artista famoso. "Juanma, Juanma, eres el mejor. Eres the winner", grita uno a su paso.

El programa de la noche no puede ser más completo. Primero, la cena con los 300 soldados del destacamento en Mostar este. Se ha habilitado un comedor en lo que son los talleres. El menú: langostinos y canapés de salmón, paté y queso, consomé y pavo. De postre, turrón, vino y cava.

Se acercan las doce de la noche. Serrat se levanta, coge el vaso con las 12 uvas y se mezcla con la soldadesca para recibir las 12 campanadas, que resuenan en un gong casero. ¡1996! Se dispara la euforia, todos quieren felicitar el nuevo año con el artista, que reparte abrazos generosamente.

"¡Que cante Serrat, que cante Serrat!". Sin micrófono, con el ruido infernal de 300 hombres desenfrenados, la acústica es imposible. Serrat coge la guitarra y va de mesa en mesa cantando las canciones que le solicitan. Apenas sé le oye. Fuerza la voz, se desgañita y arriesga una afonía. Pero está radiante. "Quería estar con esta gente que lleva a cabo una misión muy seria, que se esfuerza para que la paz sea una realidad. No habría ido para estar con un ejército en guerra [en alusión a las tropas en la guerra del Golfo]".

Se repiten los abrazos y felicitaciones. Un teniente de la Legión, del tercio de Melilla, con el chapiri, camisa arremangada y guantes blancos, se dirige al cantante: "Gracias, Juanma. A ver si vienes a Melilla. Allí tienes tu casa".

Son las primeras navidades en paz en los últimos cuatro anos, aunque cuando expira el último instante de 1995 los combatientes de Mostar no pueden evitar disparar sus armas al aire. Esta vez las ráfagas duran menos, quizá porque la lluvia no cesa.

Los 18 miembros de las Compañías de Operaciones Especiales (COE) destinados en Mostar consiguen llevar a Serrat por unos instantes a su guarida. "Hemos tenido el honor de que Joan Manuel Serrat nos haya dedicado una visita especial", dice un sargento levantando la copa.

"Mediterráneo", a coro

Son casi las dos, pero la noche es larga. En el destacamento de Dracevo, otros cientos de soldados esperan al cantante. El alcohol ya empieza a hacer su efecto. En una sala abarrotada todo está preparado: escenario y micrófono. "Tengo el honor de presentaros a Joan Manuel Serrat"" anuncia el coronel Julio López-Guarch.Canta Mediterráneo, coreada por casi todos los asistentes. Banderas españolas, gritos: "Otra, otra". Es la locura. Fotos y más fotos y más peticiones de autógrafos. Una soldado pide Lucía, otro demanda "una de Sabina". Gana Lucía. En primera fila, el coronel flanqueado por los jefes del destacamento. Josefina, una atractiva soldado, se acerca al cantante: "Me han asegurado que si no me hacen una foto a tu lado no triunfo esta noche". Besos. "Gracias, ha sido cojonudo", grita un sargento. "Canta La saeta", suplica otra chica. "Canto contigo si quieres". Pero ya no puede más. La voz está agonizando.

Todavía queda la última etapa: Medjugorje. A las cuatro de la madrugada pasadas, jefes y oficiales, con el coronel a la cabeza, celebran el nuevo año con un resopón a base de migas y chocolate caliente. Las voces se disparan y los cantos de jotas llegan hasta el último rincón. Joan Manuel se retira a su habitación y promete que volverá a Bosnia.

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