El presidente francés recurre a sus promesas electorales para desactivar la crisis social
El presidente francés, Jaeques Chirac, retomó en su mensaje de fin de año, el pasado domingo, buena parte de los temas que planteó durante la campaña presidencial. asta ese momento, Chirachabía evitado referirse a la reciente explosión de descontento social, dejando que toda la responsabilidad y el desgaste fuesen para su primer ministro, Alain Juppé. En un discurso de casi quince minutos, Chirac rindió un homenaje, que fue matizado luego, a Juppé por Ia actuación valiente que lleva a cabo con determinación en circunstancias particularmente difíciles".
Este elogio quedó relatlivizado a continuación al reflexionar sobre las enseñanzas de la crisis vivida: "La segunda lección a aprender es que no se puede cambiar Francia sin los franceses". A Juppé se le ha reprochado, sobretodo, su escaso talento para el diálogo, así como su talante tecnocrático.El decorado era muy distinto al de las improvisadas tribunas de los mítines de la campaña presidencial -cambiadas ahora por un dorado salón del palacio del Elíseo, con las banderas francesa y europea a un lado y un lujoso reloj de péndulo detrás-, pero de nuevo Chirac habló de "fractura social", de "exclusión" y de "prioridad de la lucha contra el paro". La palabra clave fue "confianza". "La grave crisis que hemos atravesado nos ha recordado que no es fácil reformar", admitió Chirac. Y añadió: "Sé que esa crisis ha revelado la falta de confianza en unos poderes que aparecen alejados de las realidades cotidianas".
Descontento
Admitió incluso que "esta crisis ha podido despertar entre algunos ciertas dudas" respecto a las esperanzas que su elección hizo nacer. "¡Que no teman! Sigo siendo portador de esa esperanza y no se sentirán decepcionados", señaló en un momento en que, precisamente, la popularidad del presidente es baja. Hoy, el índice de satisfechos y descontentos con su gestión se ha invertido con relación al arranque de su mandato.Para Chirac era importante repetir que "desde hace siete meses" su prioridad es el empleo, y quiso justificar su giro del mes de octubre, cuando la "prioridad" pasó a estar en la reducción del déficit público: "En nombre del empleo ponemos orden en las finanzas públicas". Reapareció el hombre de las promesas cuando habló de "una prestación nueva que pronto garantizará la autonomía de los ancianos y de quienes no puedan valerse por sí mismos", a sabiendas que esa promesa electoral ya había sido aplazada por el Gobierno, por falta de financiación, hasta como mínimo 1997.
Sobre la reforma de la Segur¡dad Social, motivo central de las huelgas, dijo que se había emprendido "no porque queramos destruirla; sino para salvarla y legarla a nuestros hijos". El presidente dijo también que no habría aumento de la presión fiscal, aunque evitó referirse a la ya decretada subida del precio de la gasolina, del tabaco o el alcohol, a la entrada en vigor del nuevo impuesto denominado reembolso de la deuda social (RDS) o al hecho de que la cantidad a pagar por hospitalización pasa de 55 a 70 francos diarios (de 1.375 a 1.750 pesetas).
Para el sindicalista Marc Blondel, líder de Fuerza Obrera, el mensaje de fin de año fue "relativamente clásico", aunque supuso "algunas aperturas". Blondel aprovechó para lanzar una nueva pulla contra Juppé: "Está por ver si el primer ministro aplicará las recomendaciones" del presidente. El portavoz socialista François Hollande puso de relieve las contradicciones más flagrantes: "La principal es la relativa a los impuestos, ya que, por un lado, el presidente dice querer una disminución de los mismos y, por o tra, el RDS habrá que pagarlo ya desde este mes de enero". Hollande nada dijo, en cambio, de que Chirac proponga hoy lo que fignraba en el programa presidencial defendido por el candidato socialista Lionel Jospin: la multiplicación de empleos a tiempo parcial y, sobre todo, la reducción del tiempo de trabajo para favorecer el reparto del mismo.
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