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Sobre la Bola del Mundo

Veinte personas trabajan a 2.200 metros de altura en la nevera de la región

Vicente González Olaya

María José, de 50 años, comienza y acaba su trabajo con una plegaria a la Virgen. "Te pido que no nos despeñemos con la tanqueta [en realidad es un vehículo oruga] ladera abajo", reconoce. María José es una de las veinte personas cuyo puesto de trabajo se encuentra en el centro emisor de la Bola del Mundo, a 2.260 metros de altura, el techo habitado de la región. Entre nieve, hielo, temperaturas bajo cero, ventiscas de hasta 190 kilómetros por hora, un grupo de personas trabaja para que las señales de televisión, radio y telefonía lleguen a millones de españoles.

La estación de la Bola del Mundo es un pequeño mundo preparado para resistir durante días sin contacto con el exterior. Es capaz de mezclar entre sus 4.000 metros cuadrados la tecnología más avanzada, el riesgo, la improvisación y la ternura. Las anécdotas se multiplican. A su puerta han llegado montañeros perdidos y congelados o animales salvajes hambrientos.

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Los empleados de este centro de Retevisión (empresa pública que lo gestiona) cobran un plus. Sin embargo, cada grupo de trabajadores (guardias civiles, técnicos o guardeses) cuenta con unas condiciones laborales diferentes. Los técnicos libran seis días por cada jornada de 24 horas trabajada. Los agentes trabajan seis días y libran 12. Las guardesas cuidan el centro 10 jornadas y libran el doble. Y todos forman parte de esta peculiar historia.

PASA A LA PÁGINA 5

Los técnicos de Navacerrada trabajan un día entero y libran seis

VIENE DE LA PÁGINA 1La historia diaria de este repetidor comienza todos los días a las diez de la mañana en la madrileña plaza de España. Un todoterreno recoge a los trabajadores y los traslada hasta el puerto. "Justo hasta donde la nieve lo permite", señalan. Desde allí son transportados en un vehículo oruga hasta la Bola. En invierno, cuando la nieve cubre las cimas más altas, el trayecto entre el puerto de Navacerrada y la Bola puede durar más de dos horas. Los vehículos llevan gasóleo especial que soporta temperaturas bajo cero. "Las parafinas de los gasóleos normales se congelan", recuerdan. "El transporte es peligroso. Las cadenas resbalan en el hielo y en varias ocasiones hemos estado a punto de caernos por los barrancos. Esto tiene poca solución", dice el director.

Los empleados hacen turnos de 24 horas. Trabajan un día y libran seis. Pero no siempre. "Varias veces nos hemos quedado aislados y hemos tenido que aguantar hasta tres días consecutivos sin relevos", dice Joaquín Román Pérez.

El centro emisor de la Bola fue inaugurado en 1959. Se diseñó como una pequeña estación ártica para que sus moradores pudieran soportar durísimas condiciones meteorológicas. Es frecuente que los trabajadores queden aislados dos o tres días consecutivos a causa de la nevadas. Se han llegado a registrar temperaturas de 20 grados bajo cero y vientos de hasta 190 kilómetros por hora. La nieve ha llegado, en ocasiones, a cubrir por completo el edificio. Los trabajadores relatan que en más de una ocasión la máquina quitanieves ha pasado por encima del centro sin verlo.

Del nacimiento del río

El centro emisor de Navacerrada posee su propio sistema de abastecimiento de agua. Tres tuberías la toman del nacimiento del Manzanares, ubicado a 300 metros de las instalaciones. Los residuos que genera los depura antes de lanzarlos a un pozo negro. Posee dos líneas de alta tensión, tina en exclusiva desde Villalba. El centro nunca puede quedarse sin energía. Incluso, tiene su propio equipo electrógeno de 1.200 kilovatios de potencia.

Las instalaciones están compuestas por un gran edificio, donde se ubican las antenas, habitaciones, cocinas, almacenes, el centro de control y las denominadas alas del ministro (en recuerdo del ministro franquista Arias Salgado, que subía a las instalaciones para controlar su funcionamiento y que vivía en esta zona) y el ala del director general (directivo que seguía indefectiblemente a su superior). Actualmente, en el ala del ministro, cuyas paredes están recubiertas de maderas nobles y donde todavía se guardan los muebles originales de la época, se mantiene aún una fotografía en la que aparece el general Franco con una escopeta en la mano y rodeado de cabras tiroteadas en la sierra de Gredos. "Es parte de la historia. No lo vamos a tirar", parecía justificarse Joaquín Román Pérez, director de este centro.

En otra de las edificaciones del emisor de Navacerrada se levantan las estancias de los guardias civiles que lo vigilan. Todas los edificios están conectados por pasillos subterráneos para que los trabajadores no tengan que salir al exterior más que en casos extremos. Su perímetro está rodeado por una valla.

Mario Morales, trabajador de este dentro desde hace 36 años, recuerda que "Mariano Medina [famoso hombre del tiempo de Televisión Española] intentó montar aquí en los años sesenta un centro meteorológico". "Pensaba que se daban unas condiciones muy buenas. Intentamos convencerle de que esto no era lugar propicio. No nos hizo caso. Al día siguiente, el viento arrancó los aparatos, que acabaron en Manzanares el Real", se ríe.

Las bajas temperaturas han obligado a meter en el interior las antenas de transmisión. Los trabajadores recuerdan: "Antes estaban fuera, pero se llenaban de hielo y había que picarlo. Ahora están a cubierto, pero las paredes del edificio también se congelan y tenemos que salir con martillos para quitar el hielo. Si no, las señales se debilitarían".

El viento es otro gran enemigo de esta estación, arrancó en tres ocasiones la antena, de 65 metros. Tuvo que ser recubierta por una caperuza (radoma) de fibra de vidrio.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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