Frustración
Me hicieron polvo. Vengo dándole vueltas desde que se produjo el evento y se mire como se mire, se han cargado mis Navidades. Yo quería ir a esa cena. Ustedes saben de qué estoy hablando: la última cena, mas no la de JC, sino la de JB, aunque supongo que, por lo menos, sirvieron Chivas 12 años. No me invitaron y todo lo que siguió, Nochebuena, el chou de Lina Morgan por la tele, Ana García Tetas Obregón vestida de Scherezade al Kasar, María Teresa Campos profanando la memoria de Lola Flores cantando -autobiográficamente, supongo- Pena, penita, pena, y hasta la modernez de Nacho Cano -el hijo pijo del Dalai Lama y la Señorita Pepis-, todo se me agrió. Porque yo hubiera querido ir a la cena.Más que nada, me habría apetecido codearme con Vera, el marqués de Intxaurrondo y otros grandes hombres, como Cristina Alberdi, Carmen Romero y Ana Tutor.
Es mi segunda frustración gastronómica. En su día no me fue posible -tenía la regla; si Rocío Jurado dice tenerla, ¿por qué yo no?- asistir a la cena de 0. J. Simpson; ese hombre inocente del que nunca diré el color porque sería políticamente incorrecto, que no degolló a una mujer -blanca: puedo decirlo, porque caras blancas no ofenden- y a su amante. No pude, ya digo, por cosas propias de mi sexo, y me hacía mucha ilusión estar en el banquete que los colegas le dieron a José Barrionuevo, del que puedo decir que es blanco -con sombreado de acné, pero blanco- y, sin duda, inocente.
Como suelo decir, cuánta más gente conozco, mejor me caen los Corleone. Y Botines (George Raft en Con faldas y a lo loco), Al Capone (le gustaba la ópera), Lucky Luciano (le dio trabajo a Sinatra), Michele Sin dona (el padrino del banquero del Vaticano), y hasta Bond, James Bond.
Vaya forma idiota de acabar el año.
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