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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La urgencia de Chaves

MANUEL CHAVES ha hecho un juego de prestidigitación que no ha convencido a nadie: adelantarse a fijar las elecciones autonómicas andaluzas el día 3 de marzo, para que no se le pueda reprochar que ha buscado expresamente su coincidencia con las generales. Si coinciden será por pura casualidad, y siempre podrá argüir que, en todo caso, han sido las generales las que han coincidido con las andaluzas, y no al revés.Éste es el mensaje que sin duda ha pretendido transmitir el presidente de la Junta de Andalucía tomándole la delantera a Felipe González. Pero el juego es demasiado infantil para no sospechar que las cartas están marcadas. Resulta sencillamente impensable que el señalamiento expreso del 3 de marzo para las andaluzas, que de hecho supone la convocatoria indirecta de las generales, se haya efectuado sin el visto bueno y la aprobación de Felipe González. Este último se apresuró ayer a afirmar que el 3 de marzo también le parece a él una buena fecha para celebrar las elecciones generales. Pero no era imprescindible que Chaves montara este paripé para salvar la cara. Sobre todo porque el presidente de la Junta de Andalucía nada tiene que reprocharse si la oposición, y muy especialmente Izquierda Unida de Andalucía, le ha puesto en la insostenible tesitura, de gobernar un año más con presupuestos prorrogados, obligándole a convocar elecciones autonómicas cuando ya se sabía que las generales tendrían lugar en marzo. En estas circunstancias, las más elementales exigencias de economía en tiempo y dinero aconsejaban la simultaneidad de la doble cita electoral. En principio, hubiera sido deseable la no coincidencia con las generales, a fin de favorecer el debate y la confrontación de propuestas centradas en los específicos problemas de Andalucía. Pero la inmensa mayoría de los electores habría comprendido las razones de que en esta ocasión no fuera así, a condición de que alguien se lo hubiera explicado con claridad. Esa actitud habría sido políticamente más honesta, e incluso electoralmente más rentable, que simular que no se quiere hacer lo que, sin duda, es lo más razonable y defendible desde el punto de vista del interés general.

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Es cierto que, con matices, el Partido Popular e Izquierda Unida han hecho de la no coincidencia de los comicios una cuestión de principio. Para el líder local de IU, Juan Carlos Rejón, está en juego "la dignidad del pueblo andaluz". Para el dirigente del PP, Javier Arenas, la cosa no pasaría de constituir un agravio comparativo con el País Vasco y Cataluña. Es decir, se trata de una cuestión propicia a las declaraciones grandilocuentes y a tomas de postura populistas. Razón de más, entonces, para que las fuerzas políticas la hubieran debatido seriamente antes de la campaña electoral propiamente dicha.

El PP e IU habrían tenido ocasión entonces de explicar a los andaluces, con datos y argumentos, por qué los criterios de austeridad que exigen en otros ámbitos no son aplicables a las circunstancias electorales que se les avecinan. Pero para ello Chaves y los socialistas andaluces deberían haber tenido el coraje de defender públicamente lo bien fundado de la doble cita electoral. Al no hacerlo así, los andaluces corren el riesgo de que, una vez más, sus problemas concretos queden oscurecidos, en la contienda electoral por disputas, más o menos retóricas entre las fuerzas políticas. Nadie les habrá explicado, pero no faltará quien haga demagogia electoral a cuenta de ello, por qué hubiera constituido un disparate llamarles dos veces a las urnas en cuestión de semanas.

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