La prolongación del secuestro, un desafío a la policía
, Es posible que el interés de ETA en prolongar el secuestro de José María Aldaya tenga varios motivos y uno de ellos sea tratar de demostrar con los hechos que puede resistir indefinidamente a la acción policial.
Esta demostración iría dirigida también a sus simpatizantes, en unos meses en los que HB debía aprobar la ponencia Oldartzen, un texto que anula toda disidencia interna y marca un camino de absoluta identificación del conglomerado político con la organización terrorista.
La puesta en marcha de las contramanifestaciones convocadas por HB le ha permitido al entorno político de ETA recuperar la calle, en una estrategia de pasos calculados, y conjurar a lo largo de estos meses el peligro de que se repitieran sistemáticamente las grandes movilizaciones ciudadanas desarrolladas todos los jueves durante el tiempo que duró el secuestro de Julio Iglesias Zamora.
El éxito de HB en este terreno es evidente, hasta el punto de que cabe pensar en la posibilidad de que ETA haya tenido la tentación de prolongar el juego para ver si las movilizaciones pacifistas terminaban por difuminarse en un ritual puramente testimonial y podían celebrar una victoria completa.
El secuestro de José María Aldaya ha ido cubriendo el calendario en un momento en que la división de los partidos democráticos, implicados algunos de ellos en una estrategia de diálogo y distensión, ha anulado decisivamente la capacidad de respuesta de la mesa de los partidos identificados con el pacto de Ajuria Enea.
ETA ha demostrado a lo largo de estos meses lo que ahora mismo resulta una obviedad, que no ha tenido prisa alguna en resolver el secuestro del propietario de la empresa de transportes Alditrans. Ya en los contactos establecidos en el mes de julio, los interlocutores que representaban a ETA consideraban dudosa la posibilidad de que el secuestrado llegara a "comer el turrón en casa".
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