Dos buitres y un colibrí
El pasado 29 de noviembre (San Saturnino, obispo y mártir) tres concejales del Ayuntamiento de Madrid publica ron en las Páginas de este diario una crónica periodística dedicada al pleno municipal que dos días antes se había celebrado en nuestra ciudad. A iniciativa de El País Madrid, los tres políticos fueron llamados a describir en dos folios, y del modo más objetivo posible, lo acontecido durante el acto; y para eludir influencias externas, debían hacerlo, además, antes de que saliesen a la luz las auténticas crónicas de los periodistas que siguieron el pleno. A este juego sutil, urdido sin duda por una mente algo turbia e infernal (sugiero la creación de una comisión que analice el caso), fueron convocados Carlos López Collado (PP), Enrique Tierno Pérez-Relaño (PSOE) y Francisco Herrera (IU). Y los tres, es evidente, aceptaron las reglas. He aquí una breve glosa, una estimación de sus trabajos, desdoblada en tandas.Tanda primera. Francisco Herrera (IU) y Carlos López Collado (PP). Comentario del tribunal. Sólo un detalle burocrático diferencia la faena de estos dos caballeros: mientras López Collado entrega su artículo el martes por la mañana, Herrera lo hacía el mismo lunes por la noche (horas después de terminar el pleno), lo que le señala como un individuo provisto de cierta agilidad narrativa. Siempre, claro está, que dicho trabajo no estuviera ya amañado de antemano, de tal manera que dos o tres pinceladas posteriores pudieran sin obstáculo dar cuerpo y actualidad al contenido. Esta desconfianza, este recelo, estas dudas iniciales que el tribunal reconoce en voz alta (y que afectan por igual a los dos personajes objeto de estudio), no obedecen, sin embargo, a un capricho nacido a la ligera; por el contrario, se asientan en una máxima tan sabia como plena de fundamento: "quien incumple un compromiso a las claras, diez mil romperá a escondidas". Y, es que, en efecto, de las tres condiciones pactadas (objetividad, dimensionies de la crónica y prontitud en su entrega), ambos concejales faltaron con seguridad a las dos primeras, quedando dudas sobre la tercera. Convendría, pues, señalar que estamos en tratos con dos tahúres profesionales, con dos verdaderos maestros de ful a quienes no arredra cometer fraude en público. ¿Alguien dijo objetividad? A ellos, desde luego, que les registren, porque no lo recuerdan. O mejor todavía: les pareció una broma. Eso es. ¿Cómo, si no, se explicaría ese afán por impedirles lanzar unos darditos desde la tarima? ¿En qué cabeza cabe? "La munición es bella; y si se usa, más", parecen dar a entender estos señores por escrito. Ambos concejales, ambos tahúres, ambos artículos (dicho sea de paso, un pelín fofos, algo pedantes y sobre todo muy bajos de tórax), rezuman por sus poros una misma insolvencia intelectual, y también un idéntico ramalazo sectario. Sus autores no sirven, pues, para este juego. Trampean con los dados, no saben apostar, les vence el interés. Sean, por siempre, abucheados. El uno, Collado, a su manera pecholobuna y tosca, modelo tanqueta blindada, y el otro, Herrera, empleando las uñas de sus meñiques, largas, curvadas y sospechosamente oscuras. Elegantísima, por ejemplo, la descripción que hace del banco socialista en un momento de su crónica, y en especial, el generoso pasaje dedicado a un colega: "...La concejala Ruth Porta asentía sonriendo con ironía, mientras el concejal De la Riva se metía el dedo en la nariz". En verdad, un hombre sensible este sujeto, digno rival de su contrario (tal para cual, y viceversa), que incluso llega a decir de sí mismo: ''El concejal de Izquierda Unida Paco Herrera no se anduvo por las ramas...". Bueno, pues como este tribunal, entonces. Queda por terminado el caso dejando en el aire un corolario dirigido a quien pueda interesar: "Experimenten cuanto quieran, señores; pero ojito a las probetas defectuosas, que son muchedumbre".
Tanda 2. Enrique Tierno (PSOE). Comentario del tribunal. Después de estudiar esta crónica, y tras lo expuesto en el apartado anterior, este tribunal ha sentido como si los hados hubieran querido someterle a una terapia hidrotermal de contraste (gracias a nuestra asesora A. de L. G. por facilitarnos esta definición). Curiosa, cuando menos, la colisión: ni una sola referencia despectiva hacia sus oponentes, ni un ápice de agresividad, ni siquiera un deje interesado se le aprecia al autor entre líneas. Simplemente, descripción e imparcialidad. Tanta, que casi le da la vuelta al concepto. Responda a la sala, caballero: ¿qué hace un poeta como usted en un sitio como éste? ¿No le dan miedo los cocodrilos? Y en todo caso: ¿cómo es que no le han echado todavía sus propios compañeros del partido? ¿Se trata de una penitencia? ¿Por un error cometido en el pasado? Seguro que no es tan grave. Dimita usted, señor Tierno. Retorne a la normalidad. Salga de ahí, en serio. O se lo comerán vivo. Por alienígena y chinche.
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