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La "fractura social" se adueña de la calle

Enric González

La crisis francesa no ha surgido de la nada. Cuando, en la campaña de las elecciones. presidenciales, el gaullista Jacques Chirac hablaba de "fractura social" y la izquierdista Arlette Laguillier confiaba en una "tercera vuelta social", ambos se referían a lo que ocurre estos días.Antecedentes. Francia ha tardado más que sus principales competidores europeos -Alemania y Reino Unido- en controlar sus endeudamientos. Los años en que Michel Rocard fue primer ministro (1988-1991) resultaron cruciales: la economía estaba en plena expansión y permitía efectuar ajustes; el presidente François Mitterrand insistió en ello pero Rocard aspiraba a la presidencia y evitó conflictos. Con Edouard Balladur ocurrió lo mismo.

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Hay otro elemento: Francia ha pagado más que ningún país europeo por el Tratado de Maastricht. La necesidad de mantener el franco pegado al marco -sin Francia no hay unión monetaria- ha obligado a mantener los -tipos de interés muy altos, encareciendo el crédito y, por tanto, frenando la producción y el consumo y destruyendo empleo.

El "plan Juppé". Lo que Alain Juppé propone es una reforma de la Seguridad Social y del sistema de pensiones. Su plan para la Sécu se basa en tres frentes. 1. Pago de la deuda acumulada por la asistencia- sanitaria (unos seis billones de pesetas) gracias a un' impuesto extraordinario del 0,5% sobre todos los ingresos. 2. Limitación del gasto con la fijación, por parte del Parlamento, de un presupuesto anual para la Seguridad Social. 3. Medidas de ahorro: unificación de los 19 regímenes en uno solo, creación de una cartilla con fotografía del titular para evitar fraudes, limitación de las consultas médicas, prescripción de los medicamentos más baratos en el mercado y sanción salarial a los médicos que gasten más de la media. Se abre también la puerta a la asistencia privada alternativa, muy poco desarrollada en Francia.

En cuanto a las pensiones, la reforma afecta fundamentalmente a los funcionarios y empleados del sector público, a quienes se eleva a 40 años (ahora, 37 y medio) el periodo de cotización para percibir la pensión máxima.

Errores estratégicos. Juppé, que no había hecho casi nada en seis meses, lo acumuló todo en una semana. Tras unir la reforma de la Sécu y la de las pensiones y subir los impuestos, abordó la reestructuración de la Sociedad Nacional de Ferrocarriles. Presionado por los inversores internacionales, el primer ministro empuñó el hacha para reducir el gasto público. Quiso hacer demasiado a la vez.

Posiciones políticas. Sólo los extremos del arco político -Partido Comunista y Frente Nacional- rechazaron frontalmente el plan Juppé. La derecha democrática (gaullistas, liberales y centristas) lo aplaudió, y el Partido Socialista puso reparos en cuestiones de detalle. La protesta popular ha abierto brechas en el frente de apoyo parlamentario a la reforma, pero lo fundamental sigue siendo la división entre políticos y la opinión pública.

Posiciones sindicales. Fuerza Obrera (FO) apoyó a Chirac durante la campaña presidencial, pero es el sindicato más implicado en la gestión de la Seguridad Social -dirigida por un patronato de empresarios y sindicalistas- y el más fuerte entre los funcionarios. Rechaza toda negociación sin la retirada previa del plan Juppé. Sus argumentos

básicos: la Sécu es un derecho intocable; los empleados públicos cobran menos que los del sector privado, por lo que es justo que disfruten de ventajas compensatorias como la seguridad en el empleo y la jubilación temprana.

La Confederación General del Trabajo (CGT), el sindicato comunista, ha aprovechado esta batalla para frenar su lenta decadencia. Es muy fuerte entre los ferroviarios y está dispuesta a negociar. La Confederación Democrática de los Trabajadores Franceses (CFDT), sindicato socialdemócrata, aprueba la reforma de la Seguridad Social, excepto en lo referente a las pensiones. Pero, las bases tienden a sumarse a las manifestaciones de los otros sindicatos.

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