_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Inquisidor

Manuel Vicent

Savonarola fue un predicador fogoso y un político pesimista que se ganó el fervor del público de Florencia gracias al terror de su palabra. Eran los tiempos de Lorenzo el Magnífico y de Borgia el Venenoso, una edad de oro para la maldad y la inteligencia. Este dominico austero comenzó condenando ferozmente el pecado y la corrupción; después fustigó las costumbres y los placeres; finalmente atacó con gran saña el arte y los libros. Sus sermones atraían el fuego. Mientras en la plaza de Florencia ardían cuadros y manuscritos, las iglesias s llenaban de gente excitada por las catástrofes que el fraile anunciaba con el látigo de su lengua. Lorenzo el Magnífico no quiso castigar sus ataques desmedidos por no manchar la propia imagen de esteta; en cambio, el papa Borgia le mandó desde Roma un primer aviso para que se calmara, pero Savonarola se negó a reducir su cólera. Se sentía destinado a purificar la política y los vicios de la sociedad. Para esa labor no encontró mejor arma que el apocalipsis. Después de cargar la atmósfera con amenazas y malos presagios, su fanatismo logró dividir a la opinión pública: a unos les despertó la ira contra los políticos, a otros simplemente les hizo aflorar los tiempos pasados y tanto los airados como los plañideros necesitaban que hubiera cada día una nueva corrupción para poder excitarse escuchando las sobrecogedoras desgracias con que el inquisidor pretendía combatirla. El papa Borgia era inteligente y taimado. Sabía que el pesimismo que Savonarola aumentaba con la furia de las palabras nacía sólo de la propia vanidad. El papa Borgia también estaba interesado en evitar las catástrofes para los fieles. Su gran lalento encontró una fórmula sencilla. Puesto que Savonarola clamaba contra la corrupción con las desgracias y el fuego unitariamente, el Papa mandó que lo quemaran en una hoguera en medio de la plaza para acabar al mismo tiempo con su enernigo y con los cataclismos que anunciaba. En esta ocasión ardió el inquisidor. Sus cenizas esparcidas se confundieron con la paz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_