Los dilemas del amor
El hombre vive opciones desgarradoras, intensa lucha de contrarios- antítesis dramática de lo uno y lo otro de sí mismo, lo que -constituye su dialéctica subjetiva. "La visión del dualismo de la vida es más profunda y exacta que buscar la unidad" (Kierkegaard), momento en que el Yo arranca de su reposo, se inquieta y comienza la historia individual. La dialéctica subjetiva es un combate desgarrador entre unión y separación, finito e infinito, contacto de antípodas que va marcando el devenir de la existencia. Pero no se pueden quedar perplejos, oscilando entre situaciones opuestas: hay que decidir, por sí mismo, lo Uno o lo Otro. La dialéctica objetiva, de Hegel, es impersonal y el antagonismo de ideas espera su solución en la Historia, espacio del Espíritu Absoluto, mientras la dialéctica subjetiva es optativa e inaugura un tiempo nuevo que demostrará si la elección hecha es buena. Por ello, el instante decisivo debe ser renovado a cada instante, ya que siempre es dudoso, su resultado.Amar es una opción que enfrenta a dramáticos dilemas. En principio se teme amar porque es una donación de sí, o negación propia para encontrar la plenitud de ser. Si no somos correspondidos, se cae en el vacío, la. desesperación por la finitud, la nada. Hemos dado todo lo que somos y nos descubrimos inertes, perdidos en el mundo. Ocurre también que amamos y somos correspondidos, entonces se siente una exaltada armonía. Pero Hegel previene: el amor es una vivencia singular de los amantes en la que se encierran, "lo que tiene por consecuencia que el corazón mismo es consciente de esta contrádicción", pues los amantes quieren salir de su prisión felíz y proyectarse hacia el mundo. Cabe también amar sin querer ser amados, para no convertirse en mero objeto de la pasión de otro. Por el contrario, el amante activo busca ser todo para la amada, y hasta borrar de su vida a los demás. El amor así es un engaño radical: "Soy su objeto privilegiado, pero cuanto más se me ama, más pierdo mi ser" (Sartre).
Los jóvenes suelen preguntarse qué es el amor: ¿la dicha total, o un Satán que precipita en el infierno de la desdicha? Edgár Bauer, hegeliano de izquierdas, lo concibe Objeto Supremo independiente de los hombres, principio teleológico que une y desune a los seres, como refleja el amor feliz y desdichado de Calixto y Melibea, personajes de La Celestina. Comprendemos que haya muchas criaturas que temen el amor, pues envenena de disputas, celos, rencores, y no quieran amar ni ser amados, porque no se sienten capaces de correr el riesgo de abismarse en, otro y desintegrar su Yo. Prefieren concentrarse en su diálogo íntimo, que les lleva a amarse corno un objeto delicado.
Amar solamente deleitado en la contemplación de una presencia que regocija la vida crea el dilema de no poder quedar inmóvil, por el natural deseo de poseer el objeto amoroso. "El Amor es una pasión y no es peligroso para la tranquilidad del espíritu como pasión" (Manc). De aquí deducimos: la pasión al volcarse en otro realiza plenamente el amor. Sin embargo, puede suceder que la pasión objetivadora tan ensimisme al amante que subjetivice el objeto amoroso, lo recree en la conciencia, idealizánddIo o poetizándolo. Marcel Proust, en Albertine disparue, no ve a la amada tal como es, sino como su Yo necesita que sea. Al intentar ajustar su percepción a los actos arbitrarios de ella, la convierte en un ser enigmático. Las apariciones y desapariciones de Albertine son; para el Narrador, la fuente de sorprendentes descubrimientos de su realidad objetiva, revelaciones dolorosas que desconciertan la especulación subjetiva, creadora. Un dilema surge de esta pasión objetivadora: aceptar sin más al otro, u observarlo, estar pendiente de sus gestos, actos, palabras, pues al mismo tiempo que el amante se objetiva, humaniza el objeto amoroso. De esta segunda opción nace un amor que no vive encerrado en la conciencia oscura del Yo, sino que se abre a la presencia de: la amada, se derrama, expande intensifica al sumergirse en la tarea apasionada de ir descubriendo cada día más la verdad íntima del amado. La pasión al objetivarse se transforma en conocimiento dialéctico, ahuyentador progresivo de las dudas y desconcierto que suscita el otro ser, cuyo misterio preocupa. De nuevo el dilema: se vive en la sospecha permanente, o se abren, a un diálogo franco que va mostrando lo que sienten y realmente son.
La armonía de la pareja nace de descubrir en la vida cotidiana similitudes que pueden unir estrechamente, o verse reflejado en el espejo del amado que le devuelve la imagen extraña, ajena de sí mismo. Dramático final de, este amor, pues borra las diferencias que singularizan a los amantes. Recordemos el consejo que nos da en un poema Antonio Machado: "Busca, tu complementario, / que marcha siempre contigo / y suele ser tu contrario".
Dejarse formar por el otro, obedecerle totalmente para llegar a una semejanza irreal amurallada en la soledad recíproca, apaga el deseo que busca en los cuerpos la necesaria materia del amor. Pero tampoco resuelve el dilema cuando es puramente fisíco porque el amante sólo siente la presencia de una carnalidad viva que le arrebata, mientras el otro permanece ausente, ignorado al no ser percatada su realidad íntima. Frente a estos dilemas cabe plantear la búsqueda de un amor absoluto que no quiere la absorción del amado y acepta la singularidad de cada cual, como los personajes de Chéjov, para quienes el amor es un hallazgo sorprendente. Asimismo, el personaje de L'amour fou (André Breton) sostiene que la locura amorosa realiza un sueño que se encama en un ser al doblar una esquina o cruzarse las miradas. Toda la poesía de Paul Eluard celebra "ese único ser que acaba de confundirse con una realidad que el pensamiento y las palabras no alcanzan jamás".
El amor por un solo ser es posible sea de verdad, o querer ver realizado en una criatura el sueño de la finalidad psíquica de la líbido, vivir feliz esta ficción necesaria, o descubrir, más tarde, la falsedad poética del amor absoluto, encontrándose los amantes en una mutua soledad radical. Entonces buscarán en nuevos amores el ser único perdido entre sueños, pero quimera necesaria de todo sentimiento. Por ello, tras los amores sucesivos permanece siempre el ansia de amor absoluto. Los amores relativos son experiencias enriquecedoras a través del conocimiento de otros seres y, una vez despeja do el misterio, se abren nuevos caminos a la exploración amorosa siempre analítica e inquietante,
Quizá los dilemas del amor llevan al politeísmo erótico, amar muchas veces sin comprometerse en ninguna unión definitiva, que cierra el horizonte de la infinitud amorosa. Y seguiremos buscando el Todo uno, la verdad absoluta del amor, el fin de todos sus dilemas.
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