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Combate a muerte entre Gobierno y sindicatos

Enric González

Sobre el cuadrilátero de la Seguridad Social se disputa un combate a muerte. Para Alain Juppé, cada semana más impopular, no hay vuelta atrás: o impone íntegramente su plan de reforma o pierde del todo su autoridad y abandona la jefatura del Gobierno. Los sindicatos, especialmente la CGT, tampoco tienen margen para la retirada honrosa: después de largos años de pérdida de afiliados e influencia, la Seguridad Social ofrece la última oportunidad para demostrar que, al menos, mandan en el sector público.Los franceses se muestran de momento a favor de la protesta. Las encuestas indican que simpatizaron con la huelga de ayer (el 54% fueron favorables), que están divididos sobre los funcionarios (el 48% cree que se les debe exigir más sacrificio que a los demás, el 48% cree que no) y que se oponen a la reforma de la Seguridad Social (el 65%, en contra del plan Juppé). El programa de reforma fue bien acogido por los políticos, los inversores y la prensa, pero suscita un rechazo instintivo entre la ciudadanía.

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Muy importante en la actitud de los franceses es la coyuntura económica. La economía francesa está perdiendo gas (el crecimiento este año rondará el 2%, frente al 2,8% previsto por el Gobierno), no se crea empleo, el consumo doméstico cae en picado (baja de un 4% o en octubre) y el conjunto se remacha con las subidas de impuestos aprobadas por un presidente, Jacques Chirac, que prometió reducir la presión fiscal.

Gasto y optimismo

El Gobierno asegura que todo el problema radica en el pesimismo: con un poco de gasto y optimismo, dice Juppé, la economía recobraría la vida. Pero, al mismo tiempo, el mismo Gobierno defiende la reforma de la Seguridad Social contra el escepticismo ciudadano con el argumento de que Francia no puede permitirse los lujos de antaño. "Los franceses no perciben aún la gravedad de la situación", declaró ayer el ministro de la Función Pública, Dominique Perben. A los franceses se les dice, por tanto, que todo el problema consiste en su pesimismo, y al mismo tiempo que no se dan cuenta de lo mala que es la situación.El superministro de Trabajo y de Asuntos Sociales, Jacques Barrot, admitió ayer que los franceses se sentían infelices. "Hoy asistimos a una liberación de nuestros miedos y nuestras inquietudes", declaró, "y comprendo ese sentimiento. Pero no podemos hundimos en el temor. El Gobiemo pide dos años de esfuerzo porque sabe que, después, nuestro futuro será bueno". El ministro intentó explicar que la reforma de la Seguridad Social y las pensiones era imprescindible. "No podemos seguir engordando la deuda y dejarla en herencia a nuestros hijos" dijo.

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