Un triunfador de modales suaves
Aleksxander Kwasniewski decía en una larga conversación con EL PAÍS la semana pasada que se habría reído mucho si hace cinco años alguien le hubiese vaticinado que en 1995 competiría por la presidencia de Polonia. Lo de ganarla ni siquiera entraba seriamente en sus cálculos cuando se hizo la entrevista; aun cuando, por motivos obvios, el entonces candidato y hoy presidente electo afirmara, después, de titubear, que lo creía probable.Para haber acabado de cumplir 41 años, la carrera de Kwasniewski tiene mucho de meteórica desde que hiciera sus pinitos periodísticos dirigiendo un semanario estudiantil, y, ya como militante comunista, asu miese en los primeros años ochenta la responsabilidad del órgano de las juventudes del partido.
La afición periodística del próximo jefe del Estado polaco se ha mantenido. Todavía hoy forma parte del consejo del diario Trybuna, heredero del comunista Trybuna Ludú y portavoz delpartido socialdemócrata, fundado en 1990 por Kwasniewski con las cenizas calientes del partido comunista.
Nacido cerca de, la ciudad occidental de Poznan, hijo de cirujano y enfermera, Aleksander Kwasniewski probabemente nunca agradecerá bastante haber sido educado en unos modales suaves y dialogantes. Exactamente el polo opuesto de los que en lo personal y lo político ha exhibido a lo largo de los años su gran rival y hoy juguete roto, Lech Walesa.
Suficientes polacos parecen haber considerado en las elecciones presidenciales del domingo que los argumentos, y el estilo del comunista convertido a un suave centro-izquierda, de aspecto fino y triunfador, casan mejor con sus preferencias de final de siglo y con lo que su país necesita para acercarse a la acariciada Europa.
Padre de una hija, casado hace 15 años con una mujer, Yolanda, que como corredora de fincas gana mucho mas dinero que él, sus enemigos le han restregado durante la campaña electoral -aparte su condición de "chacal comunista"- que haya ocultado a Hacienda ingresos de su esposa, invertidos en una lucrativa compañía de seguros. También que mintiera atribuyéndose la condición de economista, lo que legalmente no es por no haber finalizado los estudios. Impactos, al final, de poco calibre en una carrera donde siempre que se ha podido se han utilizado toda suerte de armas pesadas.
De Kwasniewski y sus antiguos comunistas, que forman en alianza con el Partido Campesino el Gobierno de Polonia, dice el jefe de la más influyente organización - empresarial del paí, Marek Golizewski, que hacen una política más de derechas que la derecha más cruda.
El presidente electo declaraba a este periódico que la economía capitalista, Ia Unión Europea, y la OTAN son intocables para él y los suyos, como, por lo demás, parecen serlo ya para todos los polacos. Por no diferenciarse programáticamente de Walesa, ni tan siquiera parece dispuesto el ganador Kwasniewski a renunciar a algunas inexplicables prerrogativas presidenciales, que como cabeza de la comisión constitucional anunció en su día una ley fundamental mucho más ceremonial y menos ejecutiva que la actual.
En algo sí cambiará probablemente el talante de Polonia bajo la batuta del antiguo ministro comunista de la Juventud, en 1985, y de Deportes, en 1989, en el último Gobierno comunista de Mieczyslaw Rakowski. El papel político de la Iglesia católica descenderá muchos enteros, como lo quiere la gran mayoría, de los ciudadanos. A la jerarquía y el clero polacos, que bebían los vientos por el muy fiel y devoto Walesa y que hasta ayer sólo en sus peores pesadillas imaginaban a Kwasniewski en el palacio presidencial de Varsovia, les llega el momento de acomodarse a los tiempos. La receta del próximo jefe del Estado consiste en la igualdad ante la ley de los diferentes credos, en un Estado neutral y en el fin de los privilegios actuales de la Iglesia de Roma.
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